¿Cómo escuchar un concierto de jazz y no aburrirse en el intento?

 

Mi acercamiento al jazz ha sido, entre otras cosas, extraño. Pienso que los que más se divierten en un concierto de jazz son los músicos y que en muchos casos el jazz parece ser música para músicos. Sin embargo, curiosamente posee una recepción bastante amplia. Cada vez más gente de mi generación y generaciones más jóvenes escuchan jazz. Basta con irse a dar una vuelta al CENART cuando está el Eurojazz. También es probable que sea uno de los géneros musicales más interpretados en la modalidad ENTRADA LIBRE. Al menos en nuestra Ciudad de México se hacen muchos festivales gratuitos al año, lo cual nos hace apuntar algunas ideas: ser músico de jazz es equivalente a no ser millonario, el jazz en vivo es una experiencia bastante singular (no digo que los demás conciertos de distintos géneros no lo sean, pero ¡vamos! estamos hablando del género de la improvisación) y hay muchos jazzistas en México.

Les decía que mi acercamiento al género ha sido extraño. No sé ustedes, pero siempre he visto a los músicos de jazz con gran admiración. Me han parecido sorprendentes sus improvisaciones, su alegría inmensa en el escenario, su virtuosismo y sus gestos extravagantes. Hacen ver del jazz un género sencillísimo, una fiesta, un debate muy emotivo. También me parece un lío genial todo lo que ocurre en la música: el compás disfrazado y cambiante, la armonía colorida, la melodía rota por la improvisación, el ritmo sorpresivo. Y pese a todo ello, en más de una ocasión me he cansado de escucharlos. Las piezas se convierten en extensas improvisaciones que parecen repetir las mismas fórmulas una y otra vez, los mismos adornos, las mismas dinámicas. Pareciera que el músico de jazz se repite una y otra vez en este y aquel concierto. Y esto no sería del todo malo si las piezas no se alargaran tanto en mil improvisaciones, con lo cual tampoco quiero ser determinante, pues no ocurre siempre, pero sí en la mayoría de los casos. ¿Qué hacer entonces para escuchar un concierto de jazz y no aburrirse en el intento?

En muchos casos se recurre a sustancias tóxicas que elevan nuestro espíritu y ya da lo mismo estar en el concierto que escuchar a la naturaleza. La compañía también puede aminorar el aburrimiento. Pero supongamos que uno está solo y no le queda de otra más que escuchar. ¿Qué podemos hacer en estos casos? Por suerte no siempre hay un solo músico en el escenario e incluso en caso de que lo hubiera, no sólo emite un solo sonido. Si algo tiene el jazz es una enorme cantidad de melodías, de armonías, de ritmos, de timbres. Todo ese material sonoro nos ayudará a divertirnos un poco, claro no igual que los músicos, pero sí un poco. Debido a que los instrumentos se mantienen en constante cambio toda la pieza, hacen que la concentración para el escucha sea más difícil. Sugiero escuchar los instrumentos por separado, todos esos sonidos juntos de golpe, podrían generar malentendidos. Escuchar uno u otro o dos es una forma de aprender del músico y del instrumento. Observar cómo gesticula, cómo se mueve, escuchar los cambios y tratar de no distraerse con los demás instrumentos. Así cada voz tiene relevancia y poco a poco se va entendiendo de qué se trata esa música. 

El arma de doble filo es la improvisación. Una pieza realmente extraordinaria hecha para convertirse en un estándar de jazz es So What de Miles Davis. Si uno la escucha con detenimiento advierte la parte fantástica de la improvisación que es el estilo y la circunstancia. Si bien los timbres de los diferentes metales de la pieza son distintos y la trompeta suena distinto al sax. La enorme diferencia de sonidos la generan los músicos, Miles Davis suena muy distinto a Coltrane y éste a su vez a Cannonball Adderley. Si uno observa la transcripción de la obra, es muy interesante ver cómo mueve cada uno las notas de forma completamente distinta. Y no sólo eso, si escuchamos la versión en vivo, aunque sean los mismos músicos, notamos miles de variantes. Algo interesante del jazz es ver qué hace el músico con los estándares y con todos los covers a la hora de interpretar. Cómo los recrea, los transforma y a veces termina haciendo de la pieza original algo completamente diferente ya sea para bien o para mal. El escucha también puede centrarse en otros aspectos particulares: la rítmica de aquel instrumento, todos los colores armónicos del piano, la sensualidad sincopada de la voz, etc. El jazz pues, tiene una riqueza musical enorme, pero ¿qué nos transmite en sí? ¿cuál es su energía?

Pienso, por ejemplo, en la energía del rock que es bastante uniforme. Es decir, el rock y todos sus subgéneros tienen una misma esencia, una energía poderosísima. El jazz, en cambio, se contrapone en muchos casos. Los mismos músicos lo fueron haciendo a lo largo de su historia. Es un género que permite el exceso y la explotación del instrumento en muchos sentidos, lo cual a veces genera admiración y a veces desesperación. Quizás su esencia está en la ruptura y el cambio, en la creación y recreación todo el tiempo, en la búsqueda de la libertad.

Autor: Missael Contreras

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