Milan Kundera, una voz en otra parte
A lo largo de nuestra vida existirán libros que marquen un antes y un después. Podríamos decir que éstos nos han formado y han estado presentes en momentos especiales o, quizá, fueron responsables de esos momentos. Pensemos, por ejemplo, en los primeros libros que leímos conscientemente o en aquellos que recibimos como regalo de alguien especial.
Sin duda, descubrirnos mediante los libros es una de las tantas tareas que los lectores les han impuesto a tan nobles instrumentos, sobre todo, cuando ésta se da a través de uno de esos libros “fáciles de leer, pero difíciles de comprender”.
Dentro de esta clasificación podríamos ubicar varias de las novelas de Milan Kundera, un escritor cuyo nombre se ha vuelto casi obligado dentro de los autores más importantes del siglo XX. No es para menos, el caso de Kundera es curioso, ya que es de los pocos autores que pueden disfrutar el éxito de sus obras en vida, además de que éstas son aclamadas tanto por la crítica como por los grandes públicos.
Cualquiera podría pensar que la propuesta literaria de un escritor best seller no puede ofrecer algo más allá de una historia plana, cumplidora, predecible o cualquier otro calificativo que no pase el promedio de calidad; sin embargo, en Kundera hay algo que puede retener la atención y opinión de un ferviente crítico literario, así como cautivar y dejar famélicos de letras a grandes marejadas de nuevos lectores.
Probablemente, el mismo Milan Kundera nos respondería que ese “algo” es la mera insignificancia, un golpe de suerte, pero no. Su obra es a prueba de errores. Basta con revisar algunos pasajes de su vida para entender que nada de lo que dice puede ser tomado a la ligera, sobre todo, si pensamos en él como una voz errante y meditabunda que busca para no encontrar y que precisamente eso es lo que le genera tranquilidad.
Sus primeros años y la Primavera de Praga
Kundera nació en la antigua Checoslovaquia en 1926. Su padre, el pianista Ludvik Kundera, le enseñó a tocar el piano desde muy joven, lo que, años más tarde, sería de suma importancia para su formación profesional. La música fue su primer acercamiento al arte, sin embargo, cuando el joven Milan tuvo que formarse profesionalmente, cursó varias carreras como Literatura, Estética y Cine, siendo esta última de la que se titularía con honores.
En 1948, mientras se encontraba cursando su carrera de Literatura, se unió al Partido Comunista, pero tan sólo dos años después fue expulsado por tener ideas que atentaban contra los ideales del Partido. Años más tarde relataría este suceso en su primera novela La broma (1967), donde el protagonista sufre la misma suerte que él y es degradado para trabajar en las minas de su país.
Después de unos años, fue readmitido en el Partido Comunista, no sin antes sembrar un vago recelo entre sus colegas por las ideas estéticas que profesaba, sin embargo, el episodio más fuerte de su carrera estaba por venir.
En agosto de 1968, Milan Kundera participó activamente en la llamada Primavera de Praga. Monika Zgustova relata que dicho movimiento fue más “cultural” y que estaba motivado por la inconformidad de los jóvenes hacia la intervención soviética en el proceso de democratización del país. La autora recuerda que todo el movimiento inició con un simposio sobre Franz Kafka, el padre de muchos de los escritores jóvenes de Praga, quien, cabe aclarar, estaba prohibido en Checoslovaquia por orden la Unión Soviética.
La Primavera de Praga terminó por hundir a Milan Kundera, quien se vio obligado a renunciar a la Asociación de Escritores en 1969 y a ser expulsado definitivamente del Partido Comunista en 1970. A pesar de ello, continuó escribiendo. Perdió su trabajo como profesor y le fue prohibido volver a ejercer la cátedra, sus libros estaban prohibidos en su país y ningún medio quería contratarlo por lo mismo. Hasta su exilio definitivo a Francia en 1975, Kundera vivió de manera modesta tocando el piano en una agrupación de jazz.
Diezmado en sus posibilidades de publicar, Kundera decide exiliarse en Francia ya con cuatro libros en su palmarés: La broma, El libro de los amores ridículos (1968), La vida está en otra parte (1972) y La despedida (1973). Incluso, pareciera que sus últimas novelas eran una revelación de su propio camino, una nota suicida del Kundera checoslovaco que se despedía para buscar una vida en otra parte.
Después de varios años y la publicación de El libro de la risa y el olvido (1979), el escritor comienza su obra más reconocida La insoportable levedad del ser (1984), la cual tuvo un éxito inmediato en Francia y en el mundo. Sin embargo, su país natal seguía con problemas políticos, por lo que este éxito pasó desapercibido y ocultado por la prohibición que aún tenían sus obras.
La inmortalidad (1988) fue la última obra publicada en checo, ya que a partir de 1995 decidió escribir el resto de sus textos en francés: La lentitud (1995), La identidad (1998), La ignorancia (2000) y su última novela La fiesta de la insignificancia (2014). Con esto, Kundera enterró el último vestigio que lo unía a su país natal: la lengua, hecho doblemente significativo para un autor cuyos temas siempre van de la mano con el exilio y el abandono.
Más allá de la anécdota
Comprender el contexto histórico de un autor como Milan Kundera nos ayuda a tener una lectura más profunda de sus obras, lo que resulta ideal para intentar seguir con su manifiesto:
“Pretendo que mis libros sean divertidos, fáciles de leer y difíciles de comprender. Porque detesto los libros difíciles de leer y fáciles de comprender.”
En Rayuela, Julio Cortázar presentó a sus tipos de lectores de la voz de su contraparte ficticia Moreli. Para el autor argentino existían dos lectores:
- Los lectores hembra que son aquellos que se conforman con la historia relatada, la anécdota de principio a fin sin ninguna alteración y sin ningún paréntesis.
- Los lectores cómplices que son aquellos que procuran ver un más allá del texto, complementan su lectura con su propia ficción y tratan de reformular lo que les impone el libro para encontrar las verdaderas fronteras de una obra.
Años más tarde, Roland Barthes en su Placer del texto (1973) explica que dentro de los mecanismos de lectura existen dos tipos de vivencias lectoras: el placer y el goce. Mientras que el primero vive la lectura como un placer en sí mismo, el goce busca una lectura más profunda del texto para ofrecer una nueva perspectiva y una lectura que se complementa con la propia búsqueda del lector.
A grandes rasgos, el lector hembra es aquel que lee por placer, por entregarse a la dicha de la lectura, mientras que el lector cómplice es aquel que va detrás del goce y se envuelve en una lectura-encrucijada que sólo él conoce y puede realizar.
La literatura de Milan Kundera puede deambular perfectamente entre ambos bandos sin miedo a ser acusada de traición. De esta manera, podemos dejarnos llevar plenamente por la historia de amor entre Tomás y Teresa para comprender y hasta justificar nuestros actos con los de ellos; así como podemos sorprendernos con la idea del eterno retorno de Nietzsche y cómo ésta puede jugar un papel fundamental en una narrativa.
Es en este punto cuando la obra de Kundera nos encara con la cuestión: ¿en verdad la existencia es una simple ligereza o son las cosas insignificantes, lo fútil, aquello que posee el mayor peso para hacernos aterrizar de golpe? Tal vez el escritor nos diría que es lo uno y al mismo tiempo lo otro, pero eso será decisión de nosotros como lectores.
Descubrirnos a través de la literatura siempre será una tarea útil a lo largo de la vida, de otro modo estaríamos condenados a repetir nuestros mismos errores una y otra vez. Ésta puede ser una de las tantas misiones del arte en sí, pero también puede ser una insoportable levedad, depende de la insignificancia con la que se mire.
Ésta es una invitación a leer sin reservas la obra de Milan Kundera, un autor que ha vivido lo suficiente para advertirnos cómo se escapa la vida cuando ocurre todo lo demás.
Referencias:
“Lo que se llevó aquel agosto de 1968”, consultado en: https://elpais.com/elpais/2018/08/01/opinion/1533135973_059832.html
Kundera, Milan, La insoportable levedad del ser, Tusquets editores, México, 2012.
Kundera, Milan, El libro de los amores ridículos, Grijalbo Mondadori, México, 2000.
Lector y peatón. «Yo soy aquel». Dicen que soy el chico al que los golondrinos le laceran las axilas.
A veces escribo sobre lo que me gusta, otras entreno Pokémon.