La vida de Alfonsina Storni estuvo siempre impregnada de poesía, así que su muerte no fue la excepción, pues ha sido de las muertes más enigmáticas en el ámbito artístico y literario a pesar de que existen muchos datos al respecto.
Se sabe que la decisión de acabar con su vida fue planeada, que preparó algunas cartas para sus seres queridos y un poema de despedida que se difundió en la prensa. Es precisamente en el mar de significaciones de este poema donde nos adentraremos. ¿Qué colores, qué imágenes, qué sonidos esperaba descifrar con estos versos? ¿Con qué sentido anunciar y compartir un acto tan íntimo como la muerte?
Aspirar profundamente el agua como se hace con el aire verde y tibio, derretirse frío sobre el silencio de la lengua, nombrar con voz cotidiana lo que aún no ha nacido. Sumergirse en el agua porque ahí al fondo atisba el absoluto, y llegar con paso humano a la proa violenta del fin. Imagino esto cuando pienso en Alfonsina Storni y su poema “Voy a dormir”; imagino que hay gente que nace y es nombrada, y hay gente que nombra y espera nacer.
Voy a dormir es una frase y un aviso cotidiano con significado fosilizado para algunos contextos, sin embargo, este voy a dormir, en realidad es un voy a dormir para siempre. El enigma del suicidio de Alfonsina consiste en que no se sabe cuáles fueron los motivos, pero ¿acaso importan los motivos por los cuáles un artista crea una obra? ¿Podemos llegar a una explicación aceptable de una obra, un artista o sus acciones?
Tal vez no podamos ni siquiera comprender cómo o por qué creamos, ¿lo hacemos para vivir, para compartir o para acercarnos un poco más a esa naturaleza difusa y contradictoria que nos constituye? ¿Para narrarnos como parte de la cultura, para separarnos definitivamente de lo que vive y crea sin conciencia o para rozar el pecho silvestre de una nodriza remotamente conocida?
En la primera estrofa, Alfonsina Storni le pide a una nodriza que le tienda sus sábanas terrosas y su edredón hecho de musgos como si le fuera a preparar una tumba en lugar de una cama. En la segunda estrofa, le pide que la acueste y le ponga encima una constelación que le serviría para alumbrarla por las noches. Quiere ser acostada como si fuera una niña pequeña que extiende los brazos a sus padres para que la lleven a la cama; como si ese acto la acercara no a la muerte, sino al comienzo de la vida.
Luego, en el primer terceto, Alfonsina le solicita a la nodriza que la deje sola, posteriormente hay un giro en el poema, pues sigue con la voz en segunda persona, pero esta vez menciona que la acuna un pie desde el cielo en una imagen que revela que la poeta es su propia nodriza:
Voy a dormir a un mar agitado, salvaje y lejos de todo; voy a dormir con sábanas y edredón de musgo; voy a dormir iluminada por una lámpara de estrellas. Voy a volver, toma un recado: si me buscan en estas letras, ya no seré yo quien responda.
Voy a dormir
Dientes de flores, cofia de rocío,
manos de hierbas, tú, nodriza fina,
tenme prestas las sábanas terrosas
y el edredón de musgos escardados.
Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame.
Ponme una lámpara a la cabecera;
una constelación, la que te guste;
todas son buenas: bájala un poquito.
Déjame sola: oyes romper los brotes…
te acuna un pie celeste desde arriba
y un pájaro te traza unos compases
para que olvides… Gracias. Ah, un encargo:
si él llama nuevamente por teléfono
le dices que no insista, que he salido…
¿De qué partimos y a dónde volvemos? Si pensamos en el poema, partimos de lo que está escrito, de lo que hemos hecho de nosotros y de quienes nos buscarán, porque somos memoria e invención. La lengua nos excluye definitivamente del seno espontáneo de la naturaleza; somos semejantes a ella cuando decimos: “Mi corazón es como un dios sin lengua”, y el eco que nos responde es una horda de voces solitarias. Creamos y lo creado se aleja.
Un sol
Mi corazón es como un dios sin lengua,
Mudo se está a la espera del milagro,
He amado mucho, todo amor fue magro,
Que todo amor lo conocí con mengua.
He amado hasta llorar, hasta morirme.
Amé hasta odiar, amé hasta la locura,
Pero yo espero algún amor natura
Capaz de renovarme y redimirme.
Amor que fructifique mi desierto
Y me haga brotar ramas sensitivas,
Soy una selva de raíces vivas,
Sólo el follaje suele estarse muerto.
¿En dónde está quien mi deseo alienta?
¿Me empobreció a sus ojos el ramaje?
Vulgar estorbo, pálido follaje
Distinto al tronco fiel que lo alimenta.
¿En dónde está el espíritu sombrío
De cuya opacidad brote la llama?
Ah, si mis mundos con su amor inflama
Yo seré incontenible como un río.
¿En dónde está el que con su amor me envuelva?
Ha de traer su gran verdad sabida…
Hielo y más hielo recogí en la vida:
Yo necesito un sol que me disuelva.
Pero la poesía tiene el poder de transfigurar, somos semejantes a ella cuando decimos: “Yo seré incontenible como un río” y desborda una turba de voces en nosotros. Mientras más sincero es un verso, menos nos pertenece. Alfonsina es una imagen de Alfonsina, hecha de signos que no son la constelación, sino la lámpara; no la madre o la cama, sino nodriza y… mar.
En el último terceto, la poeta hace un último encargo, pide que si él (no se sabe quién pueda ser) llama por teléfono una vez más, se le informe que ha salido. Es un encargo cotidiano y simple, sin embargo, su significación es inalcanzable.
Alfonsina Storni sale de este mundo introduciéndose al mar, alcanzando una profundidad simbólica de la que sólo ella pudo ser testigo. Se metió al mar a encontrar quién sabe qué poemas y salió a secarse con sábanas de tierra, tal vez para empezar a florecer bajo las estrellas.
Texto por: Teuctli Ocelotl y Fabiola HG