Stendhal y la cabeza alada

 

Henri Beyle (1783-1842), mejor conocido como Stendhal, fue un escritor francés precursor del realismo. Aunque su obra es extensa, son dos sus libros principales, tanto por su importancia en la historia de la literatura como por su popularidad adquirida gracias a su estilo tan detallado y sus temáticas críticas; estoy hablando de las novelas La Cartuja de Parma que se considera su mejor obra y de Rojo y negro, cuyas líneas muestran las diferencias y semejanzas entre las clases sociales de la Francia napoleónica.

Las historias de superación personal han sido una constante a lo largo del desarrollo de las distintas sociedades que se han conformado en el mundo, pues es condición humana siempre buscar más de lo que se tiene para igualarse o superar a los demás; y no me refiero únicamente a cuestiones materiales, sino a la insatisfacción del presente en aras de alcanzar un futuro que nunca llega, lo cual provoca la desdicha del ser humano. Por muchos desfases y fantasías que existan en el mundo hay algo de lo que no podemos escapar, la realidad. Aunque la ambición haga pensar lo contrario, como a Julián Sorel, uno de los personajes principales de Rojo y negro.

Desde las primeras apariciones de Julián en la novela, Stendhal nos deja ver bien definida la psicología de este personaje con la narrativa de su comportamiento ante distintas acciones. Para su padre, el señor Sorel, Julián no era más que un holgazán que perdía el tiempo leyendo tonterías en lugar de trabajar en la sierra como sus dos hermanos. Sin embargo, sus ganas de superarse iban más allá de un simple trabajo corporal, por lo que aprendió latín y su capacidad intelectual era tal que pronunciaba la biblia de memoria en esa lengua. El señor Sorel ofrece a su hijo al alcalde Rénal para que trabaje en su casa como educador de sus hijos, lo cual fue un insulto para Julián debido a que no pretendía ser criado de nadie y mucho menos rebajarse a comer con los demás trabajadores de servicio.

– ¡No! ¡Renuncio a todo, antes que humillarme hasta el extremo de comer con los criados! – se decía-. Mi padre querrá obligarme, lo sé… ¡pero la muerte antes!  (Rojo y negro, p. 25)

El menosprecio de Julián por sus iguales es reflejo de las aspiraciones que la población de la Francia del siglo XIX tenía de pertenecer a la burguesía, la forma de ver a la otredad es muy similar a la que observamos hoy en día. Las personas no valen por lo que son sino por lo que tienen o aparentan ser y tener. Julián en la casa de los Rénal era un trabajador más, sin embargo, su vestimenta de traje, el sueldo y obsequios que tenía, el ser físicamente atractivo para los ojos de Elisa que era la señora de la casa, además del reconocimiento y admiración de los demás por sus dotes intelectuales, hacían que el joven provinciano viviera más cerca de sus aspiraciones sin darse cuenta que sólo era un espejismo.

Como todo lo que sube baja, o como el águila que vuela alto y vuelve a su nido, Julián regresa al seminario donde había aprendido latín después de que el señor Rénal se entera de la infidelidad de su esposa. En el seminario sigue con su altivez, pues considera a la gente humilde como unos muertos de hambre, pues para él las personas tienen un valor desigual dependiendo de su condición de clase, y aunque él no pertenece a una clase más privilegiada, su mentalidad progresista y su pensamiento ambicioso le hacen creer que sí.

A pesar de que Julián se casa con Mathilde, una chica de la aristocracia con la cual tendrá un hijo, su padre nunca está de acuerdo con su deseado matrimonio, pues se entera de la ambición del joven provinciano gracias a su ex amante Elisa de Rénal. Julián toma venganza y es condenado a ser degollado.

Entre otros temas como la desigualdad de las clases sociales y la hipocresía, Stendhal ensaya en Rojo y negro el tema de la ambición y sus fatales consecuencias, pues Julián, quien nació pobre y que su cabeza siempre estuvo en las nubes, al final su cabeza terminó bajo tierra sin riqueza, poder ni status social. Nunca se dio cuenta que quitando todos los títulos sociales todos los seres humanos, como seres, vivos somos iguales, pues su fatal final no le permitió resolver las consecuencias de vivir con la cabeza despegada de su cuerpo.

Autor: Diego R. Hernández

Stendhal. (1999). Rojo y negro. El aleph.

 

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