El trabajo de Charlie Kaufman (Being John Malkovich y Eternal Sunshine of the Spotless Mind) se ha destacado por la propuesta de historias oníricas en las que los involucrados se ven confrontados ante sus propias decisiones, deseos y consecuencias. Ahora, junto al director Duke Johnson (Marrying God, 2006) nos presenta una historia taciturna y melancólica que explora la monotonía en la que puede convertirse cualquier día a día: Anomalisa (2015).
El título de esta obra es un juego de palabras entre el término anomalía y Lisa, nombre de la coprotagonista de la cual se enamora Michael Stone, autor de un libro célebre que ayuda a mejorar el servicio de las empresas al público. Si nos asomamos al significado de la palabra anomalía, encontraremos que ésta designa «aquello que tiene un defecto en su funcionamiento», y es precisamente esto lo que representa para Michael conocer a Lisa, pues ella quiebra la realidad monótona en la que vive.
La cinta comienza con Michael viajando a Cincinnati para impartir una conferencia sobre su libro. Es en el traslado al hotel donde se revela el carácter solitario del protagonista: el contacto con los otros parece incomodarle en todo momento. Anomalisa es un panorama desolador de la ciudad de Cincinnati, que bien podría ser cualquier urbe del mundo contemporáneo. En el aeropuerto, en las calles y en el hotel vemos seres humanos ensimismados, siempre ajenos entre sí, sin contacto visual de unos con otros para reforzar la idea de una sociedad gris y automatizada que los directores presentan en su construcción estética con rostros idénticos y figuras similares, los que hacen patente la idea de repetición a la que está condenada la realidad humana.
Ahora bien, ¿de qué forma irrumpe Lisa en la vida de Michael? ¿Qué es lo que la hace diferente a las demás personas? La respuesta es sencilla, el elemento distintivo de esta mujer es la voz. La voz juega un papel fundamental dentro de la cinta. Aunque no se explique en la primera parte de la trama, el espectador poco a poco se da cuenta de que el sonido de las palabras utilizadas por las personas que rodean a Michael, sean hombres o mujeres, suenan de la misma manera.
La escena previa al encuentro entre Michael y Lisa es importante porque en la narrativa de la película alcanza niveles psicoanalíticos. Al salir de la ducha, Michael se para frente al espejo del baño, que se encuentra borroso por el vapor, al pasar su mano por la superficie del vidrio, su imagen se refleja. Poco a poco su rostro comienza a desfigurarse. Michael no se reconoce, no comprende quién es bajo esta lógica interpretativa de la destrucción del Yo y su sentido de la realidad. De forma inusitada, el trance que atraviesa Michael se detiene cuando escucha a lo lejos hablar a Lisa. Al intuir que es la persona que busca, nuestro protagonista sale de su habitación estrepitosamente para encontrar a la autora de tan insólitos sonidos.
Después de entrar en contacto con Lisa, cuya voz es perfecta, porque encarna su deseo (debido a que representa lo extraño, lo diferente), Michael Stone decide darlo todo por ella porque cree haber encontrado lo que estaba buscando. Aquí sería pertinente hacer la siguiente pregunta: ¿qué busca nuestro personaje? En cierta forma podríamos decir que la comprensión. La voz de esta mujer no es distinta solamente por su sonido, sino que la articulación de sus palabras adquiere un sentido nuevo en el que Michael tal vez pueda encontrarse, saber quién es. La ingenuidad y el asombro por las cosas, son cualidades de Lisa que cautivan el deseo de nuestro protagonista y acaso sean lo que le hace falta a su vida.
La mayoría de los diálogos que Michael Stone sostiene con los demás son simples actos comunicativos establecidos como una fórmula, alejados de la comprensión humana: una mujer que reprocha, un hijo que sólo pide regalos, personas que siempre dicen lo mismo y que sin darse cuenta llegan irremediablemente a la incomunicación. Sólo con Lisa puede establecer una conversación real en donde dos personas dicen lo que sienten y piensan.
Moldeados de la misma manera, no sólo en los rasgos físicos, sino también en la forma de expresarnos, el largometraje plantea esta situación para hacernos ver la cárcel en la que se puede convertir el lenguaje. Muchas veces nos hemos encontrado con la necesidad de expresar nuestras ideas y con la nula posibilidad de articular las palabras precisas para hacerle saber al mundo lo que pensamos. Anomalisa parece afirmar esta hipótesis porque nos demuestra que el lenguaje parece estar construido en la celeridad del mundo contemporáneo que sólo busca el utilitarismo en las relaciones humanas y rechaza todo proceso de conocimiento del otro.
En este sentido, los directores de Anomalisa también proyectan la idea de que estamos frente a la ilusión de que comunicamos algo, pero desafortunadamente nunca somos comprendidos. Este hecho se le revela al espectador y a Michael cuando éste último imparte la conferencia sobre su libro y se da cuenta de la farsa comunicativa que ha edificado en su vida.
Anomalisa no es condescendiente, ya que esboza una situación pesimista de la existencia humana. Quizá los realizadores de la cinta nos están diciendo que el deseo es finito y que está condenado a sucumbir en la monotonía de la realidad.
Texto por: Eduardo Carrasco
Anomalisa
Director: Charlie Kaufman y Duke Johnson
Guion: Charlie Kaufman
Producción: Charlie Kaufman, Duke Johnson, Dino Stamatopoulos y Rosa Tran
Casa productora: Paramount Pictures
País: Estados Unidos
Año: 2015
Duración: 90 minutos