Texto y traducción por: Yuleisy Cruz Lezcano
Antonia Pozzi fue una poeta y filóloga italiana nacida en Milán en 1912. Creció en el seno de una familia adinerada durante el periodo del fascismo italiano, lo que la llevó a vivir dividida entre la evasión y el empeño que provocaron una crisis personal profunda que marcaría su visión de mundo.
Su padre Roberto Pozzi fue un brillante abogado simpatizante del régimen de Mussolini, mientras que su madre, Carolina Cavagna Sangiuliani di Gualdana, fue una condesa, por lo que disfrutaron de cierto estatuto social. Antonia estudió en la escuela secundaria Manzoni y luego se matriculó en la Universidad Estatal de Milán para estudiar la carrera de Filología.
Fue en esa época cuando inició una amistad duradera con el poeta Vittorio Sereni. Pero fue durante el bachillerato cuando tuvo uno de sus episodios amorosos más importantes, pues se enamoró de su profesor de latín y griego Antonio Cervi. Su familia, por supuesto, se opuso a dicha relación por la diferencia de edades. Esto le generó el desconsuelo y tormento que la llevaron a encontrar en la naturaleza un refugio para sus sentimientos e ideas. Por ello, en sus poemas son recurrentes los espacios de la naturaleza, ya que se convirtieron en lugares donde podía huir del peso de su vida familiar y del mundo que la rodeaba.
La visión poética de Antonia Pozzi
Antonia Pozzi, como intelectual y poeta, quería escribir un libro para hablar de su amada tierra en Lombardía, pero en lugar de eso eligió la muerte prematura a los 26 años. Algunos lectores que se acercan por primera vez a su vida podrían considerar su decisión de diferentes maneras: podrían considerarla como una persona débil que se rinde ante la adversidad o ver su acto desesperado como una petición de ayuda. Otros lectores considerarían su decisión de morir como una elección consciente, sin embargo, el estudioso y el admirador fiel, aquellos quienes quieren conocer la verdad, buscan los motivos en los lugares donde vivió la poeta y donde todavía quedan huellas escondidas de su presencia. En los lugares donde se busca el silencio y donde se narra el valor eterno del presente de sus versos.
De igual manera, se puede comprender la vida de Antonia Pozzi a través de sus diarios, de las cartas que escribió y que fueron una ventana a sus intereses culturales, pues a pesar de la brevedad de su vida, Pozzi dejó más de trescientos poemas, cartas, diarios y unas tres mil fotografías, muchas de las cuales fueron hechas durante sus largos paseos en bicicleta. Gracias a esta documentación, hoy en día podemos saber que tenía planeado escribir una novela histórica sobre Lombardía, que amaba viajar y que visitó un gran número de lugares en Italia y Europa que inspiraron su obra. De estos lugares, destacó la villa familiar del setecientos ubicada en Pasturo, al pie de la Grigna, donde se aislaba para estudiar y perderse en los libros de la biblioteca.
Con esto, podemos entender que los poemas de Antonia Pozzi estén cercanos al hermetismo con versos llenos de simbolismo crepuscular. En su obra, el dolor se apodera de su imagen y el mundo la reta. La poeta, en un momento indeterminado, empieza a sentir el peso de sus visiones y su obra se convierte en un laberinto mágico donde los días se pierden. Este es el tiempo de la historia de una poeta que no muere, pues es el presente. Antonia Pozzi vive en sus versos, aquellos que son anticipatorios, porque contienen epicentros temáticos como la melancolía, la muerte y la inaccesibilidad a la felicidad. Estos epicentros mueven un mecanismo de sobreposición antropológico-poético, un mecanismo de asociación que ayuda en la interpretación de su identidad suicida. El tema del final de la vida ocupa un espacio importante y trasversal de la obra entera de una poeta que sabía escribir sobre la continuidad de la vida con la muerte.
Hay que entrar entre las rendijas de las contradicciones para ubicar el lugar donde surgen los demonios. Para comprender la razón de un trágico final es necesario saber que Pozzi era una mujer frágil e hipersensible, de dulce angustia creadora, pero que al mismo tiempo fue una mujer de carácter fuerte y de una enorme inteligencia filosófica.
Para opinar hay que ponerse en su lugar, sentir como ella sintió la paranoia paternal, la ambivalencia de pensamientos, la censura de su vida y poesía. Sin duda, vivió en gran crisis con el ambiente familiar que la rodeaba. La amada tierra de Lombardía con su naturaleza la consolaron hasta el día en que la insatisfacción vital y la profunda melancolía llamaron a su puerta y así, con un agudo sentimiento de frustración, se precipitó hacia el abismo de la angustia que la llevó con su bicicleta hacia el último viaje orientado por una pulsión autodestructiva.
Un final en la naturaleza
El 2 de diciembre de 1938 las autoridades de Chiaravalle encontraron a Antonia Pozzi sin vida en una zanja de la campaña, uno de los lugares “donde la mirada se pierde en un vuelo de puentes y de caminos”, como lo describe su gran amigo Vittorio Sereni en el libro Frontiera (Frontera), dónde aparece el poema “3 de diciembre” dedicado “intencionalmente y no abiertamente a Antonia”:
3 de diciembre
Hasta el último tumulto de binarios |
All’ultimo tumulto dei binari hai la tua pace, dove la città in un volo di ponti e di viali si getta alla campagna e chi passa non sa di te come tu non sai degli echi delle cacce che ti sfiorano. Pace forse è davvero la tua e gli occhi che noi richiudemmo per sempre ora riaperti stupiscono che ancora per noi tu muoia un poco ogni anno in questo giorno. |
Antonia, el día de su muerte, parecía como si quisiera escapar de la escuela con su bicicleta. Pedaleando, la podemos imaginar dirigiéndose hacia las afueras del poblado, pasando las casas populares, dejando atrás la ciudad, y ahí, sola, abandonando su bicicleta para sentarse cerca de un arroyo que riega los campos, agarrar un pomo de pastillas que lleva consigo y tomarlas todas con un solo buche de agua.
Finalmente, Pozzi se acostó en la nieve que cubría la tierra, donde la encuentran todavía viva, sin embargo, murió de envenenamiento, aunque poco después su padre declararía para el boletín oficial que Antonia falleció de pulmonía.
Como premonición, Antonia Pozzi escribió:
“Vivo de poesía como las venas viven de la sangre”
(frase de las cartas escritas a Tullio Gadez, Milán 29 de enero de 1933)
Puede ser que la poeta antes de morir haya observado dentro de sí misma para hallar reflejados todos los libros no escritos y, después de tomarse el veneno, se haya sentado a aceptar, a trabajar en la perfección de su trasparencia. Mirándose desde afuera, quizás haya visto los círculos de una mujer desgajada por su propia mano.
Imagino, en su alma, flotar agónicas las cinco vocales del acento, una luz que camina por las mejillas y se aleja de su cadáver rodando. En el silencio de cada poro, cada nervio abierto se vuelve oro molido y diluido con el veneno.
En la resonancia de sus versos se puede hallar una relación causa-efecto con el angustioso sentido de un destino del cual no se puede escapar. Antonia Pozzi aceptó su destino, incapaz como era de ver en la vida la fuerza germinativa. En “Al borde de la vida” tenemos las más penetrantes confesiones acerca del sufrimiento, pues nos habla del alcance de su sacrificio:
Al borde de la vida
Vuelvo por la ruta habitual, La sombra pesa sobre los párpados Se asoman dos niños Los niños se detienen Cantan los niños |
In riva alla vita Grava sopra le palpebre l’ombra Scattano due bambini Sostano i bimbi Sostano i bimbi cantando |
Leyendo las últimas palabras del poema es imposible no pensar en su triste final, pues, de esta manera, la poeta cumplió su viaje oscuro liberándose de sus sufrimientos.
“Pétalos violetas me recogías en las entrañas al anochecer: cuando golpeó el portón y se volvió oscuro el camino de regreso”.
En otros ejemplos hay una sobreabundancia de sufrimiento vital como en el poema “Altura” o un amor infinito ejemplificado en “El cielo en mí”. La voz poética de Pozzi vive a plenitud en dos posibilidades expresivas: la del sufrimiento y la del romance. El remolino de su vida la lleva a ser una figura esencial entre los poetas confidenciales. Una poeta que se pierde en el vacío de una existencia, donde el sufrimiento convive con las fuerzas inagotables de la naturaleza, deslumbrante y consoladora para sus penas.
Altura
La glicina se marchitó Pétalos violetas |
La glicine sfiorì Petali viola |
El cielo en mí
(…) Tú eras el cielo en mí el grande sol que cambia en hojas transparentes los céspedes y quien quiere golpearte vera salir de sus manos pájaros en vez de piedras -pájaros- y sus plumas escribirán en el cielo vivo tu nombre como en los milagros antiguos. |
(…) Tu eri il cielo in me il grande sole che muta in foglie trasparenti le zolle e chi volle colpirti vide uscirsi di mani uccelli anzi che pietre -uccelli- e le lor piume scrivevano nel cielo vivo il tuo nome come nei miracoli antichi. |
Fuga
Ad A.M.C.
Alma, vamos. No te turbes Mas nosotros iremos donde el enredo Y nosotros pisando el empapado estrato |
Anima, andiamo. Non ti sgomentare Ma noi ci porteremo ove l’intrico E noi calpesteremo il molle strato |
Los lugares
Recuerdo que, cuando yo estaba en la casa Yo, en aquel entonces, había visto el mar |
Ricordo che, quand’ero nella casa Io allora non avevo visto il mare |
Al leer los poemas de Antonia Pozzi queda claro que la naturaleza fue un refugio para la poeta, una pequeña isla ideal que se encuentra con su nostalgia. Puede que su muerte no añada nada a su obra, aunque es evidente que la poesía perdió mucho con su ausencia. Su obra, llena de pasajes vivos y luminosos, es ideal para pensar con tristeza en los poemas que ella dejó de escribir.
Referencias:
Sereni, Vittorio. Frontiera, All’Insegna del Pesce d’Oro, Milán, Italia, 1966.
Bernabò, Graziella. Per troppa vita che ho nel sangue. Antonia Pozzi e la sua poesia, Angora, Italia, 2022.
Pozzi, Antonia. Guardami: sono nuda, Edizione Clichy, Italia, 2014.