Foto. Archivo Armando Duvalier
Existe en México una variedad de escritores que han incursionado en la poesía inspirada en Japón. En particular, me refiero a la forma poética llamada haiku. Dentro de estos autores destacan Octavio Paz con Piedras sueltas, José Juan Tablada con Un día… poemas sintéticos y Armando Duvalier con un par de libros: Tibor y Mariposas de Laca. Este texto será una revisión de la propuesta de este último autor en las dos obras mencionadas y una introducción a su labor como poeta.
Armando Duvalier[1] fue un autor chiapaneco originario de Pijijiapan, Chiapas, publicó sus libros en 1943 y 1958, respectivamente; deudor directo de Nicolas Guillén por utilizar también la poesía africana para insertarla a su propuesta poética. Esto lo vuelve un escritor universal, condición importante para permanecer en la memoria de la literatura, en la memoria del colectivo.
El haiku reúne ciertas condiciones para existir. Es su cuerpo, mente y espíritu, por así mencionarlo; me refiero con esto a la medida silábica: al Kireji y la palabra Kigo o estación.
En los haikus de Duvalier existe una adecuación al idioma español que se hizo con el fin de lograr una sensación similar de estos poemas a nuestro contexto hispanohablante:
Hai-kai[2]
Diminuto relojero
que guarda artísticamente
la imagen del pensamiento.
La medida del poema es de 8, 8, 8, por lo que existe una simetría perfecta y por tanto el poema se nota trabajado. No existe Kireji, sin embargo, lo sustituye mostrando un solo verso dividido en tres. Esto ayuda a la musicalidad y le da velocidad al poema, lo que nos lleva a una primera conclusión: Duvalier privilegia el instante.
Como comenté anteriormente, el Mono no aware es la contemplación del instante, el haiku trata de unir instante y eternidad por medio de la imagen. A la palabra kigo podría dársele mismo título, ya que engloba todo.
Ahora, si nos adentramos a la analogía Haiku = Relojero, nos dice que el tiempo está encerrado en los versos y sílabas del minúsculo poema. La imagen es redonda y encierra al pensamiento en la totalidad del tiempo. Todo está en este verso: la vida, la muerte, lo finito y lo infinito.
Se habla también de una personificación: el relojero es también un artista. El haiku es así un artista que nos crea a nosotros, los lectores. Duvalier nos está escribiendo con este pequeño poema, nos crea a través de la magia de las imágenes poéticas.
Este haiku recuerda al primero que se escribió en México y que es obra de Alfonso Reyes.[3] Él también lo definió a partir de su experiencia.
El siguiente es algo distinto:
Miedo[4]
Maúlla en la noche un gato;
la niña, sobresaltada,
signa la cruz contra el Diablo.
Religiosidad incrustada en el poema, ésta es la puesta en escena de un sentimiento. Tantas veces se escucha en narrativa que se debe mostrar más que describir, pues aquí se muestra el miedo para Duvalier. Es bastante curioso cómo el aullido del gato es la voz del Diablo mismo. Es el gato, entonces, una suerte de puente entre este mundo y el otro, el desconocido.
En lo que respecta a la medida, el poema está compuesto por tres versos de ocho sílabas. Posee un kireji o cesura y finalmente se pone como palabra kigo a “Diablo”, lo que forma un haiku en su totalidad. Aquí se aprecia su propuesta poética de construcción de un haiku. Se nos da una medida perfecta, una cesura y una palabra que alude a un folclore.
Pondré un último ejemplo de haiku este escritor:
Cometa
Camino para su boda
va arrastrando por el cielo
su traje de larga cola.
Este poema es más cercano al estilo de José Juan Tablada. Es más suelto y fácil de leer. Tiene como tema principal la naturaleza. Además, refleja el folclore de la tierra mexicana. Su escritura recuerda también al escritor mexicano Juan José Arreola.
De nuevo hay una simetría de tres versos de ocho sílabas y un kireji, solo que esta vez ha optado por “cometa” como palabra kigo. La forma del haiku de Duvalier es más clara a partir de este nuevo ejemplo, ya que nos muestra que hay una métrica, hay una pausa y existe una palabra que se utiliza para darle su propia marca.
Este autor es menos experimental que, por ejemplo, Octavio Paz que llega incluso a tomar elementos de la cosmovisión náhuatl para sus haikus. Pero, a pesar de esto, Duvalier es más apegado al estilo nipón que retrata su contexto, su naturaleza a partir de las palabras kigo.
Ahora, tomando en cuenta estos tres ejemplos que son una introducción a su poética de la época, tenemos que la propuesta que maneja es la de alguien universal que ensalza las tradiciones de su pueblo y las masifica. Esto es como la figura retórica de la sinécdoque que toma la parte por el todo.
Utiliza octosílabos, versos de arte menor que son considerados los más sencillos de escribir. Sin embargo, su valía reside en el fondo, no en la construcción misma de los haikus sino en los temas y en el uso del ritmo que es semejante al propuesto por el modelo japonés. El haiku es el arte de la contemplación y por lo tanto su elemento más relevante es la imagen. Lo valioso de los haikus de Duvalier son las imágenes que utiliza, su acercamiento con la idiosincrasia del habitante mexicano.
Esta introducción a la obra de Armando Duvalier es un paso para masificar su presencia dentro del contexto literario. Al igual que muchos otros escritores, su obra debe ser reconocida y difundida.
Autor: José López Avendaño
[1] 26 de agosto de 1914 – Tuxtla Gutiérrez, 14 de julio de 1989.
[2] Texto extraído de Tibor.
[3] El haiku citado es : Hai-kai de Euclides: Líneas paralelas/ son las convergentes/ que sólo se juntan en el infinito. Alfonso Reyes, Obras completas, Tomo X, p. 241.
[4] Poema extraído del libro Mariposas de laca.