Después de los primeros años del cine mexicano, la época de oro del cine mexicano comenzó con lo que sería un parteaguas para la industria nacional.
A partir de 1929 hay nuevas incursiones en el cine sonoro: se crean nuevas empresas cinematográficas, se decreta oficialmente que debía exhibirse en el extranjero por lo menos una cinta mexicana al mes, se crea el Departamento de Supervisión Cinematográfica, la Semana de Cine Nacional, y a finales de 1930, se produce un gran acontecimiento, la llegada a México de Sergei M. Eisenstein, Eduard Tissé y G. Alexandrov.
Estos cineastas permanecieron en el país por lo menos un año rodando largometrajes, por ejemplo: ¡Que viva México! (estructurada en un prólogo, cuatro episodios y un epílogo); la cinta no pudo terminarse, pero las escenas grabadas fueron empleadas para otros filmes. De esta manera comenzó la época de oro del cine mexicano.
La estética de lo que Eisenstein capturó tenía mucha influencia de los muralistas mexicanos con los que se relacionó, lo cual marcó una fuerte influencia, pues buscaba apartarse del cine hollywoodense y con ello respondía a las necesidades de los nuevos cineastas y a las del pueblo.
Por otro lado, algunos actores y directores se preparaban en territorio estadounidense y ganaban fama, éstos luego vendrían a ser muy importantes en la época cumbre del cine mexicano.
En el año de 1933 se producen doce películas, tres de las cuales son consideradas los primeros clásicos del cine mexicano: El prisionero trece, El compadre Mendoza y La mujer del puerto. Ese año también se rueda la primera superproducción: Juárez y Maximiliano. Para el siguiente, destacan Chucho el roto, El fantasma del convento, Dos monjes y Cruz Diablo, y del 35 ¡Vámonos con Pancho Villa! De los años 30 a 70 se da un esplendor de las salas de arte como alternativa al cine comercial y Gustavo Alatriste dirige una de las más importantes.
En 1936 con Allá en el rancho grande de Fernando de Fuentes, quien también fue el primero en rodar a color en 1942 Así se quiere en Jalisco, se da inicio a la Época de Oro que duraría unos veinte años hasta la muerte del actor Pedro Infante en 1957. Hicieron posible este auge las inversiones extranjeras que, por cuestiones políticas, vieron en México una oportunidad, además de que el cine aún no competía con la televisión.
La Segunda Guerra Mundial fue responsable del interés extranjero, pues se buscaba ejercer control ideológico sobre el país. Aunque este cine quería ser nacional, se valió de las fórmulas de éxito hollywoodenses: grandes estrellas y directores fueron el eje principal.
Las producciones de la Época de Oro del cine mexicano tienen como sustento referencial al cine de Hollywood. Esto es apreciable en el sentido del ritmo, en el montaje, en el uso de escenarios majestuosos, en la combinación estructurada de personajes principales y secundarios, en la suma de frases desgarradas o hilarantes, en la dosis de chantaje sentimental y en los desenlaces de «Final Feliz» o happy end.
Hubo además influencia de otros géneros, el más exitoso fue el melodrama, a veces con adaptaciones de obras literarias, aunque también gozaba de éxito la comedia ranchera. El triunfo comercial nacional e internacional fue rotundo. La producción fílmica retrataba la situación del país, algunos filmes eran de carácter político, otros satíricos, históricos y cómicos; se da una apertura a temas que antes fueron censurados, como la vida nocturna de la ciudad y los personajes marginados.
Películas de este periodo fueron las primeras producciones mexicanas, y en alguna ocasión en habla hispana, en ganar premios como la Palma de oro y el Globo de oro. Las compañías más importantes fueron: Grovas, Oro, Diana y Águila films, Estudios Camus y Churubusco, Cinematográfica Calderón, Producciones Zacarías y Rodríguez Hermanos S. A. de C. V.
Directores y cintas principales
Juan Bustillo Oro, sus temas casi siempre se refieren a los tiempos revolucionarios, son suyas: Huapango, Ahí está el detalle, Las aventuras de Pito Pérez y México de mis recuerdos, entre muchas otras.
Emilio, «El indio» Fernández, participó antes del auge del cine mexicano en producciones estadounidenses y mexicanas como actor. A partir de 1941 comenzó a dirigir; algunas de sus películas son: Enamorada, Maclovia, Cuando levanta la niebla y El crepúsculo de un Dios.
El hermano de la actriz Andrea Palma y pareja de Isabela Corona, Julio Bracho, director, productor y guionista, debutó en 1941 con la cinta ¡Ay qué tiempos señor don Simón! Dirigió a grandes actores como María Félix, Arturo de Córdova, Dolores del Río, Miroslava y Jorge Negrete. Otras de sus películas son: La sombra del caudillo, Historia de un gran amor y Distinto amanecer.
Alejandro Galindo, además de ser director, productor, actor y escenógrafo fue un destacado cronista de la vida popular mexicana, rodó más de ochenta películas, de las cuales destacan: Tú eres la luz, Doña perfecta, Espaldas mojadas, Una familia de tantas, Cruz de olvido y Que te vaya bonito.
Una de las pocas directoras fue Matilde Landeta, inició su carrera como anotadora y asistente de los grandes directores, luego ella misma comenzó a escribir guiones y a dirigir cintas, como: Lola Casanova, La negra angustias, Trotacalles y Nocturno a Rosario.
De los directores nominados a importantes premios destaca por una parte Roberto Gavaldón, cuya cinta Macario, fue propuesta como mejor película en los premios Óscar, filmó además La diosa arrodillada, El gallo de oro, Doña Macabra, En la palma de tu mano, El conde de Montecristo, entre otras. Por otra parte Ismael Rodríguez fue merecedor de un Ariel de oro por su filmografía que retrató al pueblo mexicano.
Hizo su primera aparición en Santa (1931), luego rodó algunas de las películas más trascendentes de esta época cinematográfica con Pedro Infante como actor principal: Los tres García, Nosotros los pobres, Ustedes los ricos y Pepe El Toro.
Juan Orol fue el más grande director de cine negro, además de un importante precursor del cine de rumberas, entre sus cintas destacan: Mujeres sin alma, Una mujer de oriente, Gángsters contra charros, La virgen de la calle y Pasiones infernales.
Otra de las más prolíficas personalidades fue Gilberto Agustín Martínez Solares, cuyo resultado de su trabajo como guionista, codirector, director y director de fotografía quedan más de 170 películas como legado. Por mencionar algunas están: La familia Pérez, El ceniciento, El fantasma de la opereta y La mujer de los dos. Trabajó con actores cómicos como “Capulina”, “Viruta”, “La india María”, “Resortes”, “Clavillazo” y «Tin Tan».
Uno de los mejores directores fue Luis Buñuel, español nacionalizado mexicano que enriqueció el cine y luego del declive de la época de oro sus filmes fueron de los pocos trabajos rescatables.
En México filmó 21 cintas, la primera de ellas Gran Casino de 1946, luego de la cual no volvió a filmar sino hasta tres años después El gran calavera y un año más tarde Los olvidados, que le valió el reconocimiento de la comunidad fílmica internacional. Participó en algunas cintas como actor y es especialmente conocido por su estética surrealista y primeros trabajos Un perro andaluz y La edad de oro.
Algunas de las cintas tuvieron guiones de los grandes escritores como el propio Luis Buñuel y José Revueltas, otros fueron adaptaciones de obras literarias. Los encargados de dar vida a estos personajes fueron actores como Ninón Sevilla, Emma Roldán, Fernando Luján, Fernando Soler, Manuel Medel, Marga López, Isabela Corona, Irma Dorantes, Ignacio López Tarso, Carmen Montejo, María Victoria, Jorge Negrete, Silvia Pinal, Arturo de Córdoba, María Félix, Pedro Infante, Dolores del Río, Joaquín Pardavé, Dolores Camarillo, Agustín de Anda, Lola Beltrán, Lilia Prado, Ernesto Alonso, Lupe Vélez, Lupita Tovar, y muchos otros. De los compositores destacan Agustín Lara, Manuel Esperón, Consuelo Velázquez y Cuco Sánchez.
Esto sólo por mencionar a las personalidades más sobresalientes, pues la producción cinematográfica de esos veinte años fue muy vasta, muchos de los directores fueron actores, músicos, y el éxito de la época se debió también al interés de éstos por el cine, ya que apoyaron económicamente otras producciones.
Finalmente, junto con el interés se agotaron las fórmulas y temas, esto aunado a cambios sociales y tecnológicos hizo que el cine mexicano entrara en una etapa de estancamiento que provocó un serio retroceso.
Así, la época de oro del cine mexicano tuvo que atravesar un periodo de transición.
Soy mi propia cicatriz o mi rostro atrapado en las manos, por eso escribo siempre las mismas palabras. Llevo un diario de fuego y espuma, y cuando se acabe el mundo intentaré tocar los cables del cielo.