Luego del esplendor de la Época de Oro del cine mexicano, en los años cincuenta vino un agotamiento de las fórmulas que se habían explotado, las historias, estructuras y personajes comenzaron a repetirse, no se producía nada nuevo. Esto dio paso al periodo de transición del cine mexicano.
El público optó por nuevos medios de entretenimiento como la televisión que prometía comodidad, variedad y, sobre todo, novedad. Llegaron además los avances del cine norteamericano como la tercera dimensión, lo cual provocó que las cintas se produjeran respondiendo a otras necesidades comerciales. La primera película en tercera dimensión proyectada en México en el Real Cinema fue El diablo Bwana de 1953.
Durante los mandatos de Gustavo Díaz Ordaz y José López Portillo, presidentes que no dieron ninguna importancia al sector cultural y mucho menos al cine, los pocos cineastas que podían producir cintas valiosas fueron afectados por la represión política. Tampoco había salas donde se pudieran exhibir películas de contenido, por lo que la cinematografía sufrió un grave retroceso.
La alternativa fueron las películas de baja calidad y presupuesto, además de la naciente industria de la telenovela, por lo que muchos de los actores optaron por trabajar en las televisoras y el público prefirió consumir cintas extranjeras.
Pero no todo fue malo, en 1963 la UNAM fundó el CUEC (Centro Universitario de Estudios Cinematográficos); con la creación de una escuela de cinematografía se dio también apertura a los espacios de proyección de cine de calidad y al surgimiento del cine independiente. Una nueva generación de jóvenes se dio a la tarea de renovarlo y en 1961 se inició un movimiento con la película En el balcón vacío.
La estética cambió, se impregnó al cine de los gustos juveniles como el rock and roll, pero la censura no permitía estas expresiones musicales, por lo que se hicieron cintas que imitaban las corrientes contraculturales de otros países: Locura De La Juventud, Amor A Ritmo De Go Go, Sor Ye Ye, Que Hombre Tan Sin Embargo, Serenata En Rock , etc.
Los actores sobresalientes de esta década fueron Rosita Arenas, Fernando Luján, Enrique Guzmán, Julissa, Hilda Aguirre, César Costa, Ana Luisa Peluffo y Mauricio Garcés. Estos trabajos en general eran simples y buscaban lucir a los actores y músicos más que dar al público algo de calidad. Sin embargo, surgieron algunas películas menos ingenuas como fueron Los caifanes, Los jóvenes y El grito.
En los setentas y ochentas, durante el periodo de transición del cine mexicano, las cintas trataban temas sociales desde una perspectiva morbosa al estilo de las revistas amarillistas en géneros como comedias rancheras y cintas eróticas.
No obstante, en el periodo presidencial de Luis Echeverría (1970-1976) la cinematografía mejoró gracias a la dirección de Rodolfo Echeverría en el Banco Nacional Cinematográfico, éste apoyó a cineastas como Arturo Ripstein, Luis Alcoriza, Gabriel Retes, Carlos Enrique Taboada, José Estrada, Felipe Cazals, Gonzalo Martínez, Jaime Humberto Hermosillo, Marcela Fernández Violante, Paul Leduc, Alberto Isaac y Jorge Fons.
Los filmes de estos directores tenían calidad y lograban conjugarla con el éxito comercial. En el 74 se inauguró la Cineteca Nacional y un año después se crearon las compañías productoras estatales Conacine, Conacite I y Conacite II.
En este periodo los actores se mostraban más naturales y desenvueltos, respondiendo a la necesidad de retratar la sociedad. Algunos de los más reconocidos fueron Diana Bracho, Sergio Arau, Roberto Cobo, Rita Macedo, María Rojo, Lucha Villa y José Carlos Ruíz. Películas de este periodo son La pasión según Berenice, Ya sé quién eres (Te he estado observando), El castillo de la pureza, Mecánica nacional, El apando, entre otras.
En el sexenio siguiente, José López Portillo y Pacheco hizo que la promesa de un nuevo cine mexicano se terminara, pues trató de que se volviera internacional y el apoyo a los cineastas mexicanos terminó.
La industria privada apostó por películas de bajo presupuesto que dejaban ganancias y para lograrlo utilizaron elementos de la vida nocturna. Surge así el cine de ficheras en 1974 con Bellas de noche. Este cine se basaba en los desnudos, en el lenguaje soez y alburero, los argumentos eran deplorables, así como el lenguaje cinematográfico y, sin embargo, fue un cine que gozó de un arrasador éxito comercial. La gente iba a ver a divas como Sasha Montenegro, Lina Santos, Wanda Seux y Lyn May, y a galanes como Rafael Inclán, Luis de Alva, Andrés García, César Bono y Alfonso Zayas.
La estructura era siempre la misma: la mujer que se ganaba la vida vendiendo su cuerpo, un bar, un padrote, un afeminado y un pobre diablo. Todo esto se conjugaba en situaciones de enredos, en los que el objeto de deseo era la fichera, la cual al menos en una ocasión se desnudaba.
Los títulos siempre son sugerentes: Muñecas de media noche, Las cariñosas, El día de los albañiles, Rumbera caliente, Burdel, Las tentadoras, Blanca Nieves y sus siete amantes, Las modelos de desnudos, etc. El cine de ficheras desaparece junto con los cabarets.
Otro género que prosperó en los años ochenta fue el cabrito western, versión mexicana del western norteamericano. Se produjo en la frontera norte y sus seguidores eran los mexicanos que vivían en Estados Unidos o en las regiones fronterizas.
Este cine retrataba una nueva cultura, mezcla de las tradiciones mexicanas y americanas. Algunas de las cintas son traslados a la pantalla de populares corridos. Tampoco se trata de un cine de elevada calidad, pero fue el pionero en desarrollarse fuera del centro del país. Representantes del cabrito western son Contrabando y traición, Lola la trailera y Pistoleros famosos.
En el sexenio de Miguel de la Madrid Hurtado (1982-1988) se creó el Instituto Mexicano de Cinematografía. En el siguiente periodo presidencial Carlos Salinas de Gortari traslada la tutela de la cinematografía al Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, desprendiendo el cine del yugo del gobierno y dándole mayor apertura y libertad.
En la década de los noventa surge una nueva corriente en el cine mexicano con algunos directores nuevos y otros que sobrellevaron la crisis de los años anteriores.
A las producciones fílmicas que surgieron al inicio de la década de los noventa y a lo que va de este siglo se les considera Nuevo Cine Mexicano. Estas obras pretenden realizar un retrato de condiciones de sectores populares –por no decir marginales– y se centran en la vida capitalina.
También dentro de este periodo se encuentran una amplia producción de comedias en las que puede verse una clara influencia de las películas norteamericanas denominadas comedias románticas, pero con variantes correspondientes a las condiciones estereotípicas del país. De esta manera, el periodo de transición del cine mexicano da paso a la época del cine actual.
Soy mi propia cicatriz o mi rostro atrapado en las manos, por eso escribo siempre las mismas palabras. Llevo un diario de fuego y espuma, y cuando se acabe el mundo intentaré tocar los cables del cielo.