Carlos Fuentes y su frontera de cristal
Nacido en Panamá de padres mexicanos, Carlos Fuentes es uno de los escritores más prolíficos del siglo XX mexicano. La mayoría de su obra está enfocada en el país. Se desarrolla en él, lo explora, lo exhibe y lo muestra como es, con sus defectos, las particularidades pero sobre todo, con una mirada íntima de cada uno de los sitios donde se da cita con sus personajes y escenarios.
Entre todas las cuestiones que lo rodean como escritor, una de las características más sobresaliente puede ser las personas de quien se rodeó. No es una sorpresa que eso también haya determinado parte de su éxito.
Nos basta con pensar en La región más transparente del aire y en su construcción de homenaje para una de las obras de Alfonso Reyes, con quien además de compartir el trabajo profesional, formó parte de un ambiente familiar. La relación de sus padres diplomáticos, en especial la de su padre con Reyes, hizo más estrecho ese vínculo entre este último y Fuentes.
Hay registros fotográficos de Carlos Fuentes con Alfonso sin pensar que vendrían años en los que ambos trabajarían juntos o a la par. Se dice incluso, que Alfonso Reyes fue el principal crítico de su trabajo. Así como con él, mantuvo relaciones con figuras emblemáticas del siglo XX en México, las mismas con quienes formaría lazos estrechos de amistad y trabajo.
En la obra de Carlos Fuentes parece que la familia siempre es un compuesto. Desde las familias felices hasta las esposas de los generales, así como las abuelas y nietas que viven en una casa de la calle Donceles. También existe esa presencia familiar que nos permite interpretar el estado de calidez que Fuentes desarrolló con más de una persona o con más de un conocido durante su vida.
Es, sin duda, su manera de describir personajes o hechos, “cuento en otra parte mi relación personal con Reyes, continuación, en cierto modo, de la que mantuvo con mi padre. Le escribe a éste, en 1932, ¿Qué me dio usted? Le hago, en serio, una proposición: vaya pensando en que, en lo posible, en la Secretaría de Relaciones Exteriores nos dejen estar juntos siempre que se ofrezca. Yo estaba muy contento de usted, en lo personal como mi amigo y en lo oficial como mi colaborador. Esto se dice sin adjetivos, sin palabras ociosas, en serio. Sólo puedo decir de mi amistad con Reyes lo mismo que él dijo de su amistad con mi padre”.[1]
Carlos Fuentes y sus amigos
El escenario recurrente de su obra muchas veces fue la Ciudad de México. Basta con leer Aura, por ejemplo, donde la casa de la que es partícipe su novela se encuentra en la calle de Donceles. Por supuesto, La región más transparente del aire muestra una ciudad con todos los matices y sus periferias. ¿Sería por eso que su relación con Luis Buñuel fue tan buena? Es probable que sí, que hayan logrado comprender las diferentes caras de la ciudad y de las oportunidades y desventajas.
“Sólo que en Buñuel los pobres no son mejores que los ricos. La crueldad del Jaibo y del ciego en Los olvidados, del guardabosques en Diario de una recamarera… […] apunta a la repetida crítica de Buñuel, la pobreza rebaja tanto como la riqueza”.[2]
Por su parte, Fuentes se referiría a esa ciudad como:
“Ven, déjate caer conmigo en la cicatriz lunar de nuestra ciudad, ciudad puñado de alcantarillas, ciudad cristal de vahos y escarcha mineral, ciudad presencia de todos nuestros olvidos, ciudad de la brevedad inmensa, ciudad de sol detenido, ciudad de calcinaciones largas, ciudad a fuego lento, ciudad con el agua al cuello…”[3]
La descripción de Fuentes continúa, es más larga con respecto a los adjetivos de esta ciudad según su personaje Ixca Cienfuegos, quien al inicio del libro regala un pequeño monólogo relacionado con la Ciudad de México, donde le tocó vivir, y donde, a pesar de todo, “no es tan grave”.
Ese sentido de pertenencia que señala el personaje al inicio se ve y se repite en varias de las páginas de sus obras. Algo particularmente curioso es que, sin querer, pareciera que Carlos Fuentes denota este sentido de identidad por muchas razones, como la ciudad, los migrantes, hasta los revolucionarios.
En el caso de los migrantes, uno de sus cuentos que expuso parte de ese pensamiento fue La raya del olvido, donde el narrador muestra esa frágil línea del migrar para acceder a algo mejor, sin pensar en las ideas racistas ya cultivadas de hace tiempo y que para su mal, no cambian. “Del lago mexicano hay más injusticia, más corrupción, más mentira, más pobreza […] Para donde mires, papá, de este lado de la frontera o del otro, hay injusticia y tú no la vas a arreglar”.[4] Le dice su hija, quien menciona como “la escuela gringa” tiene un modo de educar en el que se asoma la idea sobre los desafortunados nacidos a cada minuto.
La divisa de Fuentes podría ser: dime cómo hablas y te diré quién eres. Los individuos, las clases sociales, las épocas históricas, las ciudades, los desiertos son lenguajes; todas las lenguas que es la hispanomexicana y otros idiomas más.[5] De esa forma es que su narrativa colocaría la voz a todas las clases sociales, como si tuviera la experiencia de escucharlos a todos.
Con la novela, Carlos Fuentes impulsó la literatura mexicana hacia otras perspectivas, le dio una dimensión moderna al proyectarla internacionalmente al traducirse de forma rápida. En 1954, Carlos Fuentes había demostrado con Los días enmascarados que prometía talento, disciplina, imaginación y madera de narrador. Sin embargo, pese a la notoriedad que tuvieron el libro y su autor, ese mismo año, no hubo de prever el revuelo que causaría La región más transparente. Dicho revuelo incluiría también las críticas de familiares y amigos, como se comentó al inicio, pero el efecto fue similar. Entre dichas perspectivas su obra se fue posicionando como un ejemplo de la narrativa contemporánea.
El ambiente diplomático heredado por su padre le permitió a Carlos Fuentes visitar varios países y hacerse de conocidos internacionales por lo anterior y el mérito propio. Uno de sus encuentros más espirituales fue el conocer a Julio Cortázar.
Cortázar le comentaba a Fuentes que “llegó tarde a México” y que lugares como Oaxaca, Monte Albán y Palenque eran lugares metafísicos donde convenía pasarse horas de quietud. “El silencio se imponía, la contemplación era la realidad”.[6] Tan contemplativo fue dicho encuentro, que el pensamiento de Fuentes se imaginaba a Cortázar en aquellos lugares donde se manifestó con dichas palabras.
La presencia de mi amigo argentino en la selva de Chiapas se transformó en una visualización concreta de ese instante en el que la naturaleza cede su espacio a la cultura, pero la cultura está siendo recuperada, al mismo tiempo, por la naturaleza. Miedo al desamparo, que puede ser una expulsión, pero también miedo al refugio, que puede ser una prisión.[7]
Respecto a la identidad, Fuentes diría que su relación con Cortázar fue en ese sentido. Por ejemplo, para este último estar en México y conocerlo fue mucho antes de pisarlo. Se reflejó en el rostro humano del ajolote, y fue ahí donde coincidió con esa identidad del mexicano, la misma que compartió en las charlas con Fuentes. Un aspecto que estaría resuelto entre las líneas de Carlos Fuentes, de ahí la coincidencia, de los aspectos naturales y no naturales de sus respectivas obras. ¿Sería la amistad, entonces, una de las fuentes de inspiración para Fuentes?
Una obra dedicada a esas personas con las que Fuentes coincidió es, quizás, una señal de lo significativo de cada una de ellas en su pensamiento. Es probable que vaya de la mano con su producción narrativa, pero al menos el carácter de amabilidad y compatibilidad con las personas y los lugares fueron el ejemplo de su forma de convivir con el mundo. Con una realidad de la cual no negó nada, que presentó como era a sus lectores y que probablemente fue incómodo para más de uno de ellos.
Sin embargo, para Carlos Fuentes la cultura y la historia fueron los personajes principales de sus obras. Son un aspecto que lo destacó durante el siglo XX pues fueron herramientas de las cuales partió para moldear sus escenarios literarios, como un método de enseñanza y de reflejo para quienes se acercaron a sus textos.
Todo esto fue para demostrar la preocupación por el futuro, por el pasado lejano y el presente, en busca de la verdad, que lo llevaron a tratar de clarificarla por medio de la escritura.
[1] Carlos Fuentes, Personas, México, Alfaguara, 2012, p. 23
[2] Ibíd., p. 39
[3] Carlos Fuentes, La región más transparente del aire, México, Fondo de Cultura Económica, 1968, p. 20
[4] Carlos Fuentes, La frontera de cristal, México, Punto de lectura, 1995, p. 136
[5] Georgina García-Gutiérrez, Carlos Fuentes, cronista del siglo XX, consultado en: http://www.uam.mx/difusion/revista/septiembre98/gercia.html el 5 de noviembre de 2020
[6] Carlos Fuentes, Personas, p. 148
[7] Ibíd.
Historiadora melancólica, caminante loca. Me gusta hablar de gente muerta con gente viva. Junté fragmentos de otras historias y no hay presagios como dice San Gustavo Cerati.
Sin café y cerveza, Ariadna pierde la cabeza.