Hace unos años, cuando estaba obsesionado con el Che Guevara, descubrí el documental Morir de pie (2011) de Jacaranda Correa. Era imposible conseguirlo en ese entonces. Sólo había reseñas, sinopsis y carteles que invitaban a consumir un producto al parecer extinto. Como suele ocurrir, la inercia del consumismo renueva los gustos y más si estos se frustran. Así pues, al poco tiempo me olvidé del asunto.
Después vino el cincuenta aniversario de la muerte del Che y, como es costumbre, los guevarófobos resurgieron y trataron de enviar al personaje al basurero de la Historia. Intentaron opacar el brillo de la revolución con su eventual e irremediable fracaso, revivieron los juicios sumarios, la persecución y la crisis. Sus palabras fueron vanas proyecciones de odio, exposiciones efímeras hechas por los ya tradicionales oportunistas parasitarios que se cuelgan con hipocresía las credenciales del historiador moralista. Todo por unos likes. Pero de eso ya hablé en el aniversario luctuoso y no voy a hacerlo en esta ocasión. Me queda claro que lo único que perdura, lo que siempre regresa, es la figura del Che, deslavada por tanto uso quizás, pero igual de potente. La imagen arquetípica de la revolución, el proyecto de vida de Ernesto Guevara, el Che como el espíritu revolucionario se renueva, es inagotable, perdura hasta nuestros días.
Recién me enteré de que el documental de Jacaranda Correa está en Filmin Latino, al parecer desde hace algunos años. Por fin pude verlo. En poco menos de hora y media, cuando hubo acabado, me descubrí conmovido, por no decir con las lágrimas escurriendo. Se reveló ante mí una de las caras más íntimas de la revolución, quizás, la más profunda, la que envuelve al individuo y lo lleva a preguntarse y a volcarse sobre sí mismo.
Dejando de lado su referencia directa, en el documental se encuentra el espíritu guevarista de la perseverancia, la lucha por la libertad y los derechos. El Nuevo Hombre dispuesto a sacrificarse en aras de la revolución, el que busca morir de pie, el verdadero revolucionario no es aquí el guerrillero, más bien, en palabras de Nélida, la pareja del protagonista, la revolución consiste en “problematizarte tus propios prejuicios y entonces avanzar sobre ellos”, en entender al otro y aceptarlo. Las revoluciones se libran cualquier día en nuestro interior.
Para tratar de eludir el factor sorpresa, digamos que en la cinta se mezcla la historia de un hombre mexicano que asume, incluso en la vestimenta, el papel del Che Guevara. Un luchador social condenado a la silla de ruedas por su esclerosis múltiple, dispuesto a sacrificarlo todo por el pueblo cubano, incluso su propia vida. Por otro lado, el documental nos cuenta la historia de Irina, una mujer transexual, y Nélida, su pareja. Irina nos relata su transformación de hombre a mujer, mientras somos testigos de su terrible enfermedad que también la tiene postrada en una silla. Nélida no sólo es el motor que impulsa a su pareja a aceptar los embates de la vida, también es la voz que ilumina a Irina y a nosotros como espectadores. Escuchamos las dificultades, el dolor, pero también el cariño y el amor que sienten la una por la otra.
Ambas historias retratan los rostros de una sola lucha. El preludio consiste en la abstracción de las ideologías de izquierda concretadas en el apoyo petrolero que reciben los cubanos por parte de México durante el periodo especial. El desarrollo de la cinta, en cambio, nos lleva a un nivel más profundo. Deja de lado lo colectivo para situarse en la intimidad de un departamento en la Ciudad de México. Allí es donde se vive la verdadera revolución, donde Irina, quien vive al filo de la muerte por su enfermedad, combate con su propio cuerpo, lucha contra sí misma para sobrevivirse y después replantearse su propia utopía a base de tintes, vestidos y maquillaje. Nélida libra sus propias batallas personales, combate contra sus prejuicios y acepta su ira. El móvil del documental no sigue los preceptos revolucionarios convencionales, pues tiene sus raíces más profundas en el amor. Decía el Che que “el revolucionario verdadero está guiado por grandes sentimientos de amor”. Morir de pie es la historia de las verdaderas revolucionarias, una historia de amor.
Autor: Missael Contreras