Luis de Góngora y Argote, como lo afirmo en el título, es el más grande de los poetas de la lengua española, quien tuvo su auge durante la época conocida como Siglos de Oro, los cuales abarcan el Renacimiento y el Barroco. Sé que hablar de uno de los más grandes escritores no siempre quiere decir que sea un clásico como lo fuera Cervantes, pero la pregunta es ¿Luis de Góngora es un clásico? La respuesta, para muchos, sería un rotundo no. No obstante, esto tiene una explicación que iremos desentrañando en este recorrido por la vida del más oscuro poeta español.
El desafortunado secreto familiar
Quizás lo que más se recuerde sobre la vida de Luis de Góngora es la confrontación con Lope de Vega y Francisco de Quevedo. Esto, por un lado, tiene que ver con un secreto de familia y, por el otro, con el quehacer literario. En este apartado, sólo nos centraremos en el primero. Recordemos que, durante la época de aquellos poetas, era mal visto todo aquel que no fuera limpio de sangre, es decir, que no fuera un cristiano legitimo o, dicho de otra forma, que tuviera en su linaje alguna conversión. Por esta razón, es que don Luis fue malmirado y molestado por sus colegas. Enterémonos cómo era esto de la sangre sucia:
La incesante providencia del secretario Eraso hacia el padre y el tío de Góngora, don Francisco, proviene de un confuso episodio acerca de doña Ana de Falces, madre de doña Leonor de Góngora y abuela del poeta. En 1568, a propósito de unas pruebas de limpieza de sangre de don Francisco de Góngora, inexcusables en la época para obtener cargos y privilegios, se aviva el rumor extendido durante setenta y cinco años de que doña Ana había sido hija de un sacerdote racionero de la catedral de Córdoba, bulo que amargó la infancia del poeta y lo persiguió durante toda su vida, porque lo probado es que el tal clérigo era hermano de doña Isabel que vivía con él, viuda de Hernando de Cañizares, según testamento de la bisabuela de Góngora, aunque Ana fuera fruto extramatrimonial de doña Isabel con Alonso de Hermosa, capitán muerto en la guerra de Granada y pariente próximo (hermano de abuelo o abuela) de don Francisco de Eraso…[1]
Con lo anterior, quedó manchada la imagen de Góngora y por ello surgió una pugna entre Lope de Vega, Quevedo y don Luis. Hay quienes dicen, como David Huerta[2], que dicha pelea es un mito y que no existió, pues Luis de Góngora era muy afable y cándido. Sin embargo, hay un par de poemas que nos hacen dudar un poco… Queda en el lector creer estos rumores o no.
En el video anterior, se habla un poco sobre quién fue Luis de Góngora y por qué leerlo. Asimismo, David Huerta destaca la relevancia que tuvo dicho poeta en el quehacer literario mexicano, no sólo con sor Juana, quien dedica “Primero sueño” al cordobés, sino menciona la influencia en López Velarde y José Gorostiza, pero esto nos daría para otra nota.
Oscuridad en Góngora
Pese al cotilleo y los mitos que circundan al poeta nacido en Córdoba en 1561, contemporáneo de Lope de Vega y Cervantes, lo cierto es que el verdadero foco debe estar en la oscuridad de su obra. Comenzaremos con las clasificaciones para desentrañar la obra del poeta.
Cuando se habla de don Luis de Góngora y Argote se está pensando en el poeta más grande de nuestra lengua, pues si bien Cervantes hizo lo suyo para forjar la lengua española desde la trinchera de la prosa (aunque también escribió poesía y teatro), Góngora realizó lo propio en cuanto al lenguaje exquisito y pulcro con las armas de la poesía. He aquí la primera estocada. Los latinismos y el lenguaje poético que usaba aunados a la sintaxis trastocada por el hipérbaton son los aspectos por los que la obra gongorina se torna oscura. Asimismo, es inevitable pensar en la cantidad de referencias mitológicas que tienen poemas como Soledades, específicamente la primera de ellas, o la Fábula de Polifemo y Galatea. Para ejemplificar lo dicho, veamos los primeros versos de la fábula mencionada:
Estas que me dictó rimas sonoras,
culta sí, aunque bucólica Talía,
¡oh excelso conde!, en las purpúreas horas
que es rosas la alba y rosicler el día,
ahora que de luz tu niebla doras,
escucha, al son de la zampoña mía,
si ya los muros no te ven, de Huelva,
peinar el viento, fatigar la selva. (vv. 1-8)[3]
Lo primero que se puede apreciar es el hipérbaton, es decir, la alteración de la sintaxis que conocemos: un sujeto, verbo y sus complementos. Posteriormente, hallamos la referencia a las rimas, las cuales van seguidas de una referencia a Talía y de un vocativo para el conde. Aquí hay que detenernos un poco y explicar qué sucede con estos elementos: Talía es una de las Musas o Gracias griegas, sin embargo, pese a que podríamos atribuir los adjetivos culta y bucólica a Talía debido a la sintaxis, lo cierto es que esos atributos se vuelcan a las rimas por medio de la metonimia.
Posteriormente, el vocativo hace referencia al Conde de Niebla a quien le habla la voz poética, la cual menciona que los versos que le pide escuchar, acompañados de la zampoña, fueron concebidos durante la noche antes del amanecer y al Conde le habla por la mañana antes de peinar el viento y fatigar la selva, es decir, antes de ir a cazar.
Mucho más se podría hablar de cada estrofa del poema mencionado o de sus múlples versos en las letrillas o romances con temas variados como la fugacidad de la vida, el amor o la mitología. Sin embargo, es Ernesto de la Peña el mejor para explicar aquello que en esta nota ha quedado muy vago, pues don Ernesto le dedicó un análisis a las Soledades. Él explica lo difícil que puede resultar la lectura a la poesía gongorina, pero se constrasta con todos los aportes que se hallan en ella.
Es inevitable encontrar cierta curiosidad por la poesía de Góngora una vez que se comienza a leer, pues si bien hay oscuridad en un principio, hacia el final encontramos una gran luz en la sabiduria con la que nos golpea al entenderla. Es un camino más contemplativo aunque rocoso, es por ello que Damaso Alonso y la Generación del 27 no pudieron escapar de ella y recataron del olvido al poeta y a su obra. Ahora nos toca preguntarnos si Góngora nos dará la estocada final con la sabiduría o si le fallaremos por no querer estar un poco en un camino sombrío.
Finalmente, las aportaciones al castellano en conjunto con la cantidad de imágemes poéticas que Góngora volcó a nuestro imaginario son lo que le valen el epíteto del más grande poeta de nuestra lengua, pues más allá de la oscuridad de su lectura, encontramos al poeta erudito, quien supo adaptar formas, imágenes, palabras y más a su visión de mundo, la cual hemos compartido en mayor o menor medida. Si bien no es un clásico, tampoco es un poeta que no lo merezca, simplemente, su vida y la crítica algunas veces no jugó a su favor y por ello, en algún momento, se convirtió “en humo, en polvo, en sombra, en nada”… Hoy toca volverlo un clásico.
[1] Gahete Jurado, Manuel. (s.f.). Biografía de Luis de Góngora y Argote. Tomado de: http://www.cervantesvirtual.com/portales/luis_de_gongora/autor_biografia/
[2] Café de nadie. (2013). David Huerta. La obra de Luis de Góngora. TvUNAM. 26 min.
[3] Luis de Góngora. Fábula de Polifemo y Galatea. Tomado de http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/fabula-de-polifemo-y-galatea–0/html/fedcc184-82b1-11df-acc7-002185ce6064_2.html
Escribiente que preferiría no hacerlo, lectora de lo ajeno y fanática de Bolaño.