Elena Garro: entre la magia y el silencio

Elena Garro fue la escritora que volvió del exilio después de su muerte. Murió en 1998 a la edad de 81 años en una casa de Cuernavaca rodeada de gatos y después de no vencer al cáncer de pulmón. La voz de Garro parecía haber estado silenciada durante años, la primera vez que escuché sobre ella sin tabúes fue en el 2018. En un evento del Colegio Nacional, a través de la ponente Lucía Melgar en un Seminario que finalizaba su ciclo con la conferencia dedicada a Garro en 1998, el año de su muerte.

El año de 1968 la envolvió en una situación complicada. Su exilio se desarrolló en Nueva York, España y París y fue hasta sus últimos años cuando decidió volver a México, pero su exilio siguió, incluso aquí, hasta el día de su muerte. Este texto lo escribo probablemente desde el sentimiento de reencuentro que tuve con Elena Garro hace dos años. Es cierto que muchas veces nos encontramos en los libreros o estanterías y nunca la juzgué, fuimos cercanas incluso cuando ella no era bien vista. Volver a escuchar de ella en una sala fue como invocar a un fantasma, como una sesión espiritista para decirle que aquí hay un espacio donde se reconoce su trabajo, sus letras y sus emociones.

Elena Garro siempre quiso ser bailarina o militar, pero se convirtió en escritora. Un trabajo que no sólo abarcó la novela sino que también apostó por el teatro, la poesía y el cuento. Una de las características que tiene su obra es precisamente el realismo mágico, ya que se le ha nombrado como una precursora del mismo en su novela más conocida: Los recuerdos del porvenir:

“Según la visión mágicorrealista del mundo, la realidad tiene una cualidad de ensueño que se capta con la presentación de yuxtaposiciones inverosímiles con un estilo muy objetivo, ultra preciso y aparentemente sencillo”.[1]

El recurso temporal de Garro es más bien móvil, con sorpresivas salidas dentro de la secuencia real que vamos leyendo y donde se filtran giros accidentales. Hay regresiones en el tiempo narrativo y es posible introducirse y salir de él con facilidad.[2] La historia de los Recuerdos… es también una historia de búsqueda para que esta novela pudiera ver la luz. Algunas reseñas no fueron favorecedoras por el tipo de temas que se tratan, por ejemplo la Guerra Cristera, ya que en la época de Garro era común que existiera cierta censura con algunos temas en específico.

Sin embargo, aunque su obra más conocida fue también la más arriesgada, actualmente es una de las novelas más aplaudidas por una escritora mexicana del siglo XX. Garro diría en Los Recuerdos… que “el tiempo se detiene y no se ve nada y esto permite que los amantes se escapen”.[3] Ella tuvo la capacidad de pensar el tiempo de otra manera, de una forma múltiple, como si plasmarlo de esa forma delatara un poco cómo se detenía el tiempo para ella. La palabra, para Garro, era una forma de poseer magia y crear mundos luminosos, de ser un arma mágica para hablar de los temas realmente importantes y necesarios en la novela mexicana: los indígenas, las clases marginadas, las mujeres y la violencia que sufrían (sufren, sufrimos).

Por supuesto, cada obra es una extensión de los autores. Elena Garro no tuvo en su momento el mérito que merecía, fue una escritora que -al igual que otras- no entró en el boom porque el boom se limitó para los hombres y aunque conocía a muchos de los escritores del momento, es cierto que también tuvo fricciones con los intelectuales de su época.

Esta fricción fue parte de los detonadores de su exilio. Existe un momento que podría ser una ruptura con todas aquellas causas que Garro siempre mantuvo como prioridad. Quizá no las abandonó pero decidió ocupar esa energía y atención en la esperanza de una restructuración política. Elena Garro era amiga de Carlos Madrazo, la promesa de la renovación política. Su intención y tradición por involucrarse en movimientos sociales tuvo una pausa cuando se acercó a él. Lo anterior fue también parte de la terrible situación en la que Garro comenzaría a deslizarse. A ella se le trato de convencer[4] para que, a su vez, sirviera de intermediaria con Madrazo y así convencerlo de apoyar el movimiento estudiantil de 1968.

“Los intelectuales manipulan a los estudiantes para que les sirvan de carne de cañón”.[5] Fueron probablemente las palabras (palabras más, palabras menos) que sólo ayudaron a la caída y exilio de la escritora. Ante la negativa de ser una intermediaria para el movimiento de 1968, se le acusó de conspiradora y sentencias como: “vean quiénes firmaron los manifiestos”,[6] nuevamente se convirtieron en balas que irían directas hacia ella. Es probable que haya nombrado a algunos intelectuales y, al siguiente día, la prensa publicaría que Elena Garro denunció a sus pares y dio nombres de más de 500 intelectuales. Fue así que, de octubre del 68 a enero del 69, vivió vigilada según lo documentaría Rafael Cabrera. En este momento, la vida de Garro se destruyó, cayó y se transformó en un estado de paranoia que estallaría el día que murió Carlos Madrazo.

Al enterarse de la noticia, salió aterrada de México, un estado además que ya era parte de su sentir. Ella vivió meses oculta en un convento antes de su salida del país. En 1969, se fue a Nueva York. El 68 fue una leyenda negra en  torno a su vida porque si desde antes tuvo dificultades para publicar, esta situación terminaría por sepultar sus oportunidades. A pesar de este hecho, y de que vivía en su exilio, no dejó de escribir. El ejercicio de la escritora era fuerte, era poderoso como su estilo, su condición de marginada no le prohibiría seguir escribiendo aunque no lo hiciera para nadie o sintiera que ya no había a quién escribirle. Pero es que cada uno de sus textos poseía esa historia tanto personal como comunitaria: la Revolución Mexicana, la Guerra Civil Española,[7] que le generó un impacto y, por supuesto, su condición de transgresora exiliada.

Aun cuando sus últimos años decidió vivirlos en el país que la atemorizó, pareciera que siempre vivió con esa condición de estar a un lado, de no pertenecer. Sin embargo, su amor por México fue más grande, su gusto por los pueblos, por las tradiciones de cada uno de ellos, la naturaleza, de sus iglesias, pero también la violencia cristera, presente en estos pueblos que defendían parte de lo que eran.

Elena Garro siempre fue una niña criada en un sitio donde la biblioteca de su padre fue un escape, un encuentro con ella y con las causas por defender. Admiraba a Madero, era partidaria de él. Sufrió el desplazamiento también por ser mujer, ¿quién le pondría el pie a Garro? ¿Quién además de su postura política no la dejó tener un camino “libre”?                  

Además de precursora del realismo con sus cuentos, fue una precursora de las mujeres, de la posición social en la que se encontraban. Las defendió tanto pero no logró defenderse, su temor la paralizó y no hubo otra forma de salir de ese miedo sino dejando el país en donde surgió. Cuando volvió, fue para encerrarse pero esta vez en un país que ella conocía bien. En 1998, no hubo homenaje para ella, no existieron eventos para recordarla. Era un personaje que, al parecer, no se merecía nada, no mereció reconocimiento.

Tuvieron que pasar años para poder hablar de ella sin prejuicios, desde el lado más significativo, el de su ser como escritora. En 2018, volví a escuchar de Elena Garro, hubo eventos donde se recordó su trayectoria literaria, se remarcaron sus cualidades como la mujer que siempre buscó vencer al machismo y que no tuvo miedo al mantener sus posturas. Garro no quiso pasar sus últimos años lejos de los escenarios de su obra escrita, pues esa lucha, incluso interna, se volvió un estandarte para vencer las barreras y no permitirse las piedras en el camino. Al contrario, ella nos muestra cómo ser valientes, adoptar las barreras para seguir escribiendo y hacer lo que nos gusta, pese a la ausencia de alguien a quién escribirle, ya que siempre seremos nuestros propios lectores empedernidos.

Fue a través de sus letras como los personajes comenzaron a tener voz, a enunciar sus malestares, mismos que son reconocidos, pero no atendidos. Elena Garro buscó que los silenciados hablaran, aunque ella se convirtiera en una de ellos y nadie abogara por volver a escuchar su voz.

[1] Elena Garro y el Realismo Mágico, Diario Milenio, en https://www.milenio.com/opinion/varios-autores/voces-ibero/elena-garro-y-el-realismo-magico, consultado el 15 de agosto del 2020

[2] Ibíd.

[3] Frase citada por Lucia Melgar en el Seminario “México a través de sus décadas” en 2018

[4] Garro fue interceptada durante un buen tiempo por Sócrates Campos Lemus para que convenciera a Carlos Madrazo de unirse al movimiento de 1968.

[5] Esas fueron las palabras de Garro en una entrevista que le hicieron durante el mes de octubre de 1968.

[6] A Garro se le acusó de ser agente de la CIA o de la KGB.

[7] Garro fue consciente de lo terrible de la Guerra Civil cuando visitó la España de Franco para asistir al encuentro de Intelectuales Antifascistas en 1937

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