Guadalupe Nettel: de la escritura y otros quehaceres
Foto: Maya Dagnino
¿En cuántas mujeres nos refugiamos constantemente? ¿En nuestra madre casi sin pensarlo? Pero también buscamos ese refugio en las amigas, en las hermanas, las colegas o incluso en las escritoras. Hay muchas que, sin querer, salvan una parte de nosotras por medio de sus obras. Por lo regular, esa salvación se refleja en la gran empatía que sentimos por cada uno de los personajes o, al menos, me parece que eso ocurre con las obras de esta escritora.
Guadalupe Nettel nació en la Ciudad de México en 1973 y es escritora de profesión, estudió la Licenciatura en Letras Hispánicas de la UNAM, en donde actualmente es directora de la Revista de la Universidad. El amor por la profesión la desarrolló de forma temprana, participando y ganando algunos concursos literarios.
A la edad de 17 años ganó el premio Punto de Partida organizado por la dirección de literatura de la UNAM en 1991, además del segundo lugar en el Grand Prix International a la Meilleure Nouvelle de Langue Française para países no francófonos, organizado por Radio Francia Internacional en 1991 cuando tenía 18 años.
Así, desde su juventud mostró el talento que se vería reflejado en la forma en cómo expone su intimidad y la habilidad de demostrar las obsesiones que tenemos cada uno de sus lectores. Uno de los atractivos de Guadalupe Nettel está en su forma de empatizar con los demás, y muestra de ellos son todos los textos que nos ofrece.
No está limitada a la novela, sino que también apostó por el ensayo y los cuentos. Además de su biografía, es casi seguro que muchos de sus escritos muestran parte de su ser, y su capacidad e incapacidad de proyectar cada uno de sus deseos. A veces en sus personajes y otras, por supuesto, en la Nettel niña, adolescente y adulta.
La escritora ha publicado 4 cuentos en español y francés, 4 novelas y un par de ensayos en español. Además de eso ha recibido una serie de reconocimientos y premios por su aportación a la literatura. Su obra ha sido traducida a varios idiomas y, sin duda, al lado de otras autoras, Guadalupe Nettel se posiciona como parte “del nuevo boom latinoamericano” pero escrito por mujeres. Un nuevo boom, el otro boom. Lo anterior, por el reconocimiento que su obra ha tenido, como lo son los premios Ribera del Duero por El matrimonio de los peces rojos (2013) y el Premio Herralde de Novela por Después del invierno (2013).[1]
A propósito de ese último título, me gustaría destacar la relevancia de Nettel desde el plano de la experiencia. Me parece que tanto su obra Después del invierno (2013) y El cuerpo en que nací (2011) se complementan de maravilla. El segundo es la biografía de la autora en donde se describe de pies a cabeza, quién es, qué la ha definido, cuáles son sus obsesiones y cuáles sus manías, pero también muestra a una mujer de convicciones, de intereses y afinidades.
Guadalupe Nettel habla de su infancia y aquel lunar blanco sobre la córnea de su ojo derecho, una característica que la distinguiría pero que también le mostraría el desarrollo de la ansiedad a una edad temprana. Sin duda el descubrimiento que tuvo de sí misma desde que era una niña se ve plasmado en su obra.
La época en que se crío y la separación de sus padres no fueron más que un augurio de los variados escenarios que tuvo que conocer a partir de las personalidades de ambos. Por un lado, el mundo artístico y desapegado de lo material que su madre les ofreció y por el otro, uno repleto de “gustos” y obsequios que brindó el continente de su padre como ella lo menciona. Ambas personalidades le permitieron que no estuviese limitada en la mayoría de los temas. Es probable que también eso le dejara la necesidad de comprenderse y no fue sino a través de la lectura que logró lo anterior.
Nettel muestra el gusto y el disgusto que a veces se produce en el oficio de la escritura, es también la muestra de lo inquietante de los halagos a los que en ocasiones no estamos acostumbrados. Menciona que los amigos de su madre la “…iniciaron en la adicción del elogio, de la que uno se recupera, pero no se cura jamás”.[2] Un hecho del cual se puede dar validez a través de lo vivido, pues aunque en ocasiones es difícil aceptarlos, los elogios resultan un elemento que nos puede hacer pavonear como nos pueden martirizar.
El cuerpo en que nací es probablemente el mayor testimonio íntimo de Nettel, pero no por eso sus otras obras no son una muestra de lo mismo. Después del invierno tiene una similitud con el primero, quizá por la forma en cómo expone a su personaje principal, una estudiante de posgrado en París, a las dificultades de la distancia con su familia que pueden parecer la antípoda de lo que relata Nettel sobre su familia.
Después del invierno nos habla de la soledad y los encuentros en la misma, que a su vez no garantizan el fin de aquella. En cada capítulo es posible ver cuáles son aquellas cosas por las que se batallan, pero también por las que se anteponen las prioridades.
En ambos libros predomina un orden intelectual; escenarios, actividades, profesiones… si bien, es un común entre la mayoría de sus textos, dista mucho de ser una presunción. Es probablemente una mirada a la vida que ha construido Nettel a partir de su forma de estar en el mundo.
Se acostumbran los libros, las cafeterías, la vida de estudiante, la precariedad, pero también la ambición, una mezcla de lo que una vida de escritor podría simbolizar sin caer (o al menos se intenta), en el cliché. Por desafortunado que parezca, son los espacios de ciertos perfiles que a veces por más que se le huyan, se termina por caer aunque sea una vez.
Guadalupe Nettel parece dejar rastro de ella en cada uno de sus libros, no hay duda de eso. Las relaciones, los retos profesionales y los personales, aquellos que nos enfrentan con la familia y amigos. Incluso, su relación con otros seres vivos, es por eso que El matrimonio de los peces rojos (2013) nos enfrenta con lo salvaje de la vida animal pero también con lo dulce de ella y las semejanzas que añoramos entre otros seres vivos y el humano, como una especie de ancla salvadora que nos permita entendernos después de todo como seres dóciles y sensibles.
A nadie sorprende que Vincent y yo nos estemos separando. Me doy cuenta que es una catástrofe que la gente esperaba, como el derrumbe económico de algún pequeño país o la muerte de un enfermo terminal. Sólo nosotros habíamos seguido aferrados durante meses a la posibilidad de un cambio que ni sabíamos propiciar ni estaba en nuestra naturaleza llevar a cabo. Nadie nos obligó a casarnos. Ninguna mano desconocida nos sacó de nuestro acuario familiar y nos metió en esta casa sin nuestro consentimiento. Nosotros nos elegimos…[3]
A propósito de las relaciones amorosas que fracasan en el intento de amenizarlas, Nettel lo retrata como el dolor causado entre dos peces que, aunque destinados a vivir en pareja, no pueden con eso hasta el punto de hacerse daño y sólo una intervención permite que las vidas se salven.
El primer cuento de dicho libro, titulado de la misma forma, es la reflexión de esa convivencia que, aunque parezca destinada para serlo, no puede realizarse como se cree predestinada. A pesar de todas las señales y las intenciones, las decisiones pueden no ser siempre las correctas como apunta la autora.
En la misma línea del quiebre de las relaciones amorosas, Después del invierno es la muestra de la construcción de las mismas, el engaño que también puede existir y, por supuesto, la capacidad de dudar de lo que pasa con ellas.
Cuando se fue Cecilia, caí en un estado de suspensión emocional. Estaba atónico y tardé más de tres días en saber cómo reaccionar a los acontecimientos. Estoy seguro de que ese periodo de estupor jugó en mi contra. Si hubiera intentado localizarla de inmediato, el mismo sábado en que dejó mi departamento; si hubiese llamado a Haydée para suplicarle que me ayudara a encontrarla…[4]
Como a muchos de nosotros, sus personajes conviven y lidian con lo que sucede en esos momentos. Entre el desconocimiento o la negativa del quiebre, hasta el sentimiento abrumador del fin. Nettel plantea entonces, una forma de asumir el fin de aquellos amores instantáneos.
Guadalupe Nettel es una escritora que nos ayuda a ver la condición humana y en específico, la femenina, como muestra de que debe entenderse de muchas formas. Hay un desafío por entenderla así, de posicionarle y darle el protagónico que merece, es por eso que la mayoría de sus personajes principales son mujeres, en dicha intención de entender(nos) como es necesario.
Nettel es una mujer que desecha imposiciones y apuesta por las convicciones. Es probable que la maternidad sea uno de esos aspectos que vale la pena exponer y que aborda en casi todas (sino que todas) sus obras, ¿cuál es la relación de una mujer con la maternidad?
Nettel nos deja ver que, en efecto, una cosa no va necesariamente ligada a la otra, y muestra ese lado cálido de la misma que se desarrolla cuando es deseada. Desde la relación con su madre en El cuerpo en que nací, la destreza y habilidad de las madres en su cuento “Felina” de El matrimonio de los peces rojos, la añoranza de la misma en Después del invierno y por supuesto, el enfrentamiento y necesidad de ella en su última obra La hija única (2020).
Su última novela es probablemente el acercamiento más dulce a la maternidad que se nos puede ofrecer actualmente, o más allá de la maternidad: la crianza.
La escritora vuelve a ser un personaje de su libro sin que tenga que anticiparlo. Esta ahí desde el inicio y es quien nos relata su relación con la maternidad desde todas sus perspectivas; su madre, su amiga madre, su vecina madre, paloma madre (nuevamente animales), ella ¿madre?
“Estaba tan harta de la tradicional maternidad del mundo feliz, de la máxima plenitud femenina, de ese ser madre para ser completa que quería mostrar eso de lo que no se habla tanto, lo que incomoda y la gente no quiere escuchar, pero es la verdad”.[5]
Casi sin pensarlo, el modo en que interactúa con cada una de estas mujeres deja ver cómo es que Nettel concibe la maternidad, para mostrar que se puede experimentarla desde muchas formas. Guadalupe Nettel ofrece una visión amable de la misma, sutil, posee una habilidad para encajar con sus lectores como si los conociera, como si hubiese hablado con ellos por días y ahora decidiera escribir una novela a partir de sus pláticas. Es una autora que te conoce sin siquiera hacerlo, te describe porque identifica en muchos de nosotros todo aquello que nos aqueja pero que también nos impulsa.
Entre el nuevo boom escrito por mujeres, Guadalupe Nettel es uno de los nombres que se posiciona como destacable en la literatura de habla hispana. Los escenarios de la ciudad son también compañeros que nos permiten adentrarnos en su obra, son una especie de invitación para conocerla como individuo y como mujer.
Nettel es una autora cuyas líneas son ese consejo que necesitas pero que no pides, te brinda la confianza para encontrarte en cada una de sus historias e incluso, en tiempos de pandemia, refleja ese sentimiento de pertenencia al hogar que a veces parece que olvidamos.
Después de desayunar, fregué los platos y limpié toda la cocina. Al terminar, me senté en la mesa del comedor a revisar los papeles de mi madre. Pasé todo el sábado ahí, disfrutando a mi manera de su compañía. Por la noche volví a mi casa sintiendo que había recuperado una parte importante de mi vida.[6]
[1] “El nuevo boom latinoamericano está escrito por mujeres”, disponible en https://www.elobservador.com.uy/nota/el-nuevo-boom-latinoamericano-esta-escrito-por-mujeres-2019819112917, consultado el 22 de noviembre de 2020
[2] Guadalupe Nettel, El cuerpo en que nací, México, Editorial Anagrama, p. 43
[3] Guadalupe Nettel, “El matrimonio de los peces rojos” en El matrimonio de los peces rojos, México, Páginas de Espuma, p. 42
[4] Guadalupe Nettel, Después del invierno, Barcelona, Editorial Anagrama, p. 196
[5] Guadalupe Nettel: “Estaba harta de la tradicional maternidad feliz”, Entrevista realizada por El País, disponible en https://elpais.com/mexico/2020-11-07/guadalupe-nettel-se-habla-mucho-de-discriminacion-contra-la-mujer-los-trans-pero-no-tanto-de-la-discapacidad.html, consultada el 20 de diciembre de 2020
[6] Guadalupe Nettel, La hija única, México, Editorial Anagrama, p. 210
Historiadora melancólica, caminante loca. Me gusta hablar de gente muerta con gente viva. Junté fragmentos de otras historias y no hay presagios como dice San Gustavo Cerati.
Sin café y cerveza, Ariadna pierde la cabeza.