José Clemente Orozco: visión, pintura e historia

A veces le decimos Zapotlán de Orozco porque allí nació José Clemente, el de los pinceles violentos. Como paisano suyo, siento que nací al pie de un volcán.
Confabulario, Juan José Arreola


José Clemente Orozco es uno de los tres pilares del muralismo mexicano pues, de la mano de David Alfaro Siqueiros y Diego Rivera, se apropió de los lugares importantes tanto de México como de Estados Unidos. Orozco nació en Zapotlán el Grande, ahora Ciudad Guzmán, el 23 de noviembre de 1883 y murió en la Ciudad de México el 7 de septiembre de 1949. José asistió a la Escuela de Agricultura, pero su pasión lo llevó a la Escuela Nacional Preparatoria y de ahí a la Academia de Bellas Artes de San Carlos[1].

El joven Orozco

Su primera exposición la presentó en 1916 en la librería Biblos. Sin embargo, previo a ésta, Orozco halló su sitio en la caricatura de temática política, específicamente antimaderista, la cual era publicada en El Ahuizote. Carlos Monsiváis resume lo siguiente sobre esta etapa del pintor:

Orozco opta por el caos; no exalta al pueblo, no ensalza a facción alguna, se enardece desde su impunidad, desprecia por igual a Madero, Bernardo Reyes, Pascual Orozco, León de la Barra, Pino Suárez. Cumple con idéntico desdén y sarcasmo sus distintas encomiendas: tiras cómicas, viñetas, dibujos amables, caricaturas aniquiladoras. Alternativa y simultáneamente, Orozco es descriptivo, benévolo, furibundo, exterminador.[2]

Unos años más tarde, hacia 1922, se tiene el registro de una historia curiosa sobre la producción de José Clemente Orozco. Todo ocurrió, según la recopilación histórica de Xavier Moyssén[3], en la Ciudad de México donde la familia de Orozco tenía un café llamado “Los monitos”, el cual se hizo de cierta fama porque era frecuentado por algunos intelectuales de la época. Ahí, José Clemente colocaba sus primeras obras en los muros del lugar, sin embargo, éste fue vendido a un hombre importante, quien les puso de condición que no podrían usar el nombre nuevamente.

Posteriormente, el hermano de Orozco encontró otro lugar al que José decidió llamar “Los monotes” para no violar el acuerdo que hizo con el comprador de su antiguo lugar. Al parecer, “Los monotes” se hallaba en la calle de República de Cuba, muy cerca del Teatro Lírico. Moyssén menciona lo siguiente:

Tanto Tablada como Zuno se refieren a que las obras de Orozco que se exhibían en el negocio del hermano, eran dibujos y caricaturas «iluminadas con acuarelas y guaches», hechas en grandes pliegos de cartón, los cuales se fijaban sobre los blancos muros del café; Tablada hace mención de un fresco, e  incluso da una descripción sobre el contenido del mismo; pero también habla de «figuras pintadas sobre cartón, cortadas y  pegadas a  la pared», las cuales «allá de tarde en tarde, al decir de Zuno, algún cliente estrafalario se llevaba pagando bien … «[4]

Ahora, aquel lugar ya sólo queda en la historia de la Ciudad y de Orozco, pero fue allí donde todo comenzó para el muralista, pues hacia 1925 comenzaría lo que algunos llaman el “renacimiento muralista»  y prueba de ello  está en la Casa de los Azulejos , pues ahí pintó Omnisciencia. Además, en esta época comenzó a realizar los murales de la Escuela Nacional Preparatoria, lo que hoy conocemos como el Colegio de San Ildefonso.

José Clemente Orozco Su viaje a EE.UU. y su temática

La temática orozquista, por llamarla de alguna manera, une el realismo con el idealismo, según Justino Fernández, la reunión de estas tendencias resulta  en algo más que un híbrido, es decir, en un estilo propio al cual dotó de trazos específicos con base en lo que quería expresar:

Lo podemos observar [el estilo] pasando de sus personales trazos taquigráficos a los expresionistas y geométricos, siempre acompañados de toques naturalistas; el naturalismo suele tratarlo con libertad de interpretación, con respecto a las formas naturales, cargándolo de intención, intelectualizándolo o espiritualizándolo por medio de un sentido abstracto, hasta encontrar la verdadera fórmula de un expresionismo con médula geométrica (bizantinismo) […] Libre síntesis naturalista y expresionismo geometrizado (bizantinismo) son dos vehículos con que el artista expresa su visión del mundo visible y el sentido íntimo de su emoción, pero la variedad y novedad de su dibujo es imposible encerrarla en fórmulas y sólo puede decirse que el dibujo de Orozco es moderno, original y potente. [5]

El idealismo, por ejemplo, se ve reflejado en su obra Prometeo, la cual  se encuentra en la Universidad de Pomona, mientras que en el Dartmouth Collage encontramos unos murales sobre la fraternidad. Sabemos que la unión de tendencias artísticas es lo que dio paso a la consolidación de su estilo donde los temas no eran estáticos, sino todo lo contrario:

Sus pinturas iniciales nos dieron un sentido dramático de la vida humana; los primeros murales de Orozco fueron de carácter simbólico y alegórico, en ellos estaban aparentes dos rasgos: un clasicismo en los temas y en la forma de algunas figuras, y un escepticismo. Vino después su protesta por la injusticia social y su concepto de que por el ideal sólo se lucha con el esfuerzo y el dolor; distinguió bien el materialismo de la espiritualidad, unificándolos, y nos mostró aspectos trágicos y conmovedores por la fuerza de su arte.[6]

José Clemente Orozco

Bellas Artes y el Hospicio Cabañas

A su regreso a México, José Clemente Orozco realizó un mural en el Palacio de Bellas Artes, el cual comparte salón con algunos de David Alfaro Siqueiros y de Diego Rivera. Dicho mural fue nombrado por Justino Fernández como La Katharsis, el cual es bastante llamativo por su tema, pero también por su color: “Como todo aspecto de la expresión artística de Orozco, el color es cosa viva y medio de primer orden para reflejar su conciencia a través de su emoción de artista.”[7] Todos los elementos resultan soprendentes por lo que Fernández  califica la obra de Orozco como sui generis.

El Hospicio Cabañas es, quizás, el lugar donde mejor se aprecia el estilo de Orozco, pues hay más de 50 frescos distribuídos en tableros, bóvedas y, por supuesto, en la cúpula. El Hombre de fuego es el mural más representativo del lugar. Asimismo, el Hospicio resguarda muchas obras del artista y es considerado Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO. Es aquí donde conviven la razón y el sentimiento, pues los trazos bien pensados de Orozco dan vida a escenas difíciles de asimilar, por su grandeza o por su violencia.

José Clemente Orozco, el de los pinceles violentos, siempre será recordado en México y Estados Unidos, pues aquí consolidó el muralismo y se volvió un pilar y allá les dejó una muestra de su dedicación y talento con el Dive Bomber, tablero de seis partes que se encuentra en el Museo de Arte Moderno de Nueva York.  Dicha obra podría remitir a la forma de El Jardín de la Delicias.

Hoy, es indudable que José Clemente Orozco es el referente de una de las etapas más importantes de la pintura en México. Fue una figura de gran relevancia para artistas posteriores. Asimismo, no pudo irse de este mundo sin antes dejarnos Autobiografía para que el mito creciera y se nutriera, porque a veces no es suficiente un sólo arte.

[1]Colnal. (s.f). José Clemente Orozco. Semblanza. Recuperado de: https://colnal.mx/integrantes/jose-clemente-orozco/

[2]Monsiváis, Carlos. (1983). “Orozco”. Revista Nexos. Recuperado de: https://www.nexos.com.mx/?p=4282

[3]Moyssén, Xavier. (1953). “Orozco y la ironía plástica”. Cuadernos Americános. México. Tomado de: http://www.analesiie.unam.mx/index.php/analesiie/article/view/1064/1051

[4]Op. Cit.  Moyssén p 214

[5] Fernández, Justino. (1956). Orozco. Forma e idea. México, Editorial Porrúa. 

[6] Ibídem

[7] Ibídem

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