La muerte en el arte mexicano: pintura y fotografía
La muerte es uno de los temas más recurrentes en el arte. Quizá, porque el arte es un medio ideal para reflejar los temas más comunes de la humanidad. Pero también porque sirve como testigo cultural del paso efímero de la vida. La muerte en el arte mexicano es un caso curioso, pues podemos encontrar varias perspectivas desde las que se ha abordado el tema.
Para Alberto Soto Cortés, la muerte en el arte mexicano nos pone en nuestro lugar y frente a nuestra esencia imperfecta. También menciona que en realidad la actitud del mexicano ante la muerte no es otra cosa que su manera de «exorcizar» sus temores:
«En realidad la muerte es ingobernable y el mexicano, presintiéndolo, ha buscado una respuesta colectiva a sus temores con el fin de exorcizarla, sintiendo “que las puede todas».
[…] el mexicano no se carcajea de la muerte, sino que ríe nerviosamente porque la muerte “le pela los dientes” más a menudo de lo que aquel quisiera.»
Pero esa risa nerviosa se ha transformado en diferentes visiones con el paso de los años y las expresiones. Desde la irónica puesta en escena de la fiesta de calaveras, hasta el umbrío funeral de un pequeño, la muerte en el arte mexicano está presente para hacernos reflexionar sobre este tema tan universal.
José Guadalupe Posada y la Catrina
Desde su creación, «La Calavera Garbancera» de José Guadalupe Posada se convirtió en un símbolo de lo popular. Esa calavera con una sonrisa despreocupada, sombrero ancho y vestimentas estrafalarias en realidad era una burla a los vendedores de garbanzos que se enriquecieron y renegaron de sus orígenes indígenas.
A partir de ahí, la fiesta popular de los muertos y las escenas de la revolución fueron las predilectas de Posada. Más allá de una simple postal de tradición, la muerte en su arte desempeñó un papel de denuncia y de reivindicación por las tradiciones populares. El baile, los revolucionarios, las fiestas y la música fueron elementos que acompañaron a estas calaveras para enmarcar pasajes de la vida cotidiana en México.
¿Hay algo más popular que la muerte? Esto, Posada lo entendió bien. Por ello, muchos de sus grabados nos recuerdan la eterna fiesta en la que danzaremos todos.
La muerte en el arte de Julio Ruelas
Antes de continuar, conviene recordar que la muerte es también un estado físico. Entre la vida y la muerte, podemos encontrar un pequeño umbral conocido como el sueño. Esta estación de la imaginación tan recordada por Calderón de la Barca y otros escritores, fue también una gran fuente inspiración para Julio Ruelas.
Ruelas fue, sin duda, uno de los ilustradores más famosos de su época. Sus escenas, tan inquietantes como cautivadoras, representaron una gran variedad de criaturas y situaciones de pesadilla.
Una de sus obras más famosas, El Ahorcado (1897), muestra la preparación para la muerte de un hombre. Más que terror ante lo inevitable, el imaginario de Ruelas ofrece al espectador una escena para reflexionar sobre el destino y la fragilidad de la existencia.
Podríamos decir que la obra de Ruelas es ese recorrido de ensueño que nos envuelve como espectadores ante las fuerzas que desconocemos.
Francisco Goitia: la cruenta imagen de la muerte
Ha llegado el momento de ver desde otra perspectiva el carácter popular de la muerte en el arte mexicano. Entre 1914 y 1917, Francisco Goitia produjo una serie de pinturas conocidas como Los ahorcados. En ellas, el pintor mexicano retrató las crueles escenas de los soldados o rebeldes ejecutados durante la Revolución Mexicana.
Las pinceladas rápidas, los escenarios solitarios y el tenebrismo causado por su uso de la luz consolidaron su peculiar estilo. A pesar de esto, su técnica evolucionó al punto de crear escenas angustiantes aún a plena luz del día, como en su enigmático Paisaje de Zacatecas.
En la obra de Francisco Goitia no sólo converge la muerte y lo popular, sino también la crueldad, el olvido, la injusticia y la soledad. Temas que, de una u otra manera, sientan las bases de algunas visiones mexicanas contemporáneas en torno a la muerte.
Frida Kahlo y la muerte en el arte como denuncia
El nombre de Frida Kahlo aún levanta polémica entre la comunidad artística y los espectadores en México. Hoy en día es bastante común escuchar comentarios despectivos acerca de la sobrevaloración de la pintora.
Sin embargo, esa misma polémica tiene un posible punto de encuentro con uno de sus cuadros más recordados. La afición de Frida por los retablos populares (pequeñas representaciones populares de milagros) marcó una influencia importante en su obra.
En Unos cuantos piquetitos, la pintora mexicana representa la escena de un feminicidio que tomó cierta relevancia en la prensa mexicana. El título de la obra surge del testimonio del asesino, quien en un acto de demeritar el crimen, trató de minimizarlo.
El uso del estilo kitsch refleja la intención de Kahlo por representar la escena de la manera más popular posible. Esto ocasionó una serie de comentarios en su contra que cuestionaban el talento de la pintora. No obstante, más allá de los detalles técnicos de la obra, la pintura de Frida desborda en simbolismos y denuncia.
Quizá sin quererlo, Frida Kahlo se convirtió en una de las primeras artistas en denunciar la violencia contra la mujer en México, algo tan cotidiano como la misma muerte.
Mayra Martell y el espacio que dejamos
La muerte es el pan de cada día en México y no sólo en las tradiciones. Por desgracia, la actitud folklórica ante ella se ha ido desplazando en las últimas décadas por la realidad del país. Algo que, sin duda, repercute directamente en el arte.
En Ensayo de la identidad Mayra Martell construyó una serie de fotografías que muestran la ausencia de las mujeres desaparecidas en Ciudad Juárez. Niñas, adolescentes y adultas, las imágenes de Martell muestran detalles de cada una de ellas y nos posiciona, como espectadores, en los zapatos de sus familiares, quienes sufren un duelo solitario y silencioso.
Quisiera decir “lo siento profundamente”. Repetirlo tantas veces casi como una plegaria para que la tristeza se vaya, pero sé que no sucederá nada. Así que sólo encuentro esta manera de acompañar a las mujeres que compartieron conmigo los últimos recuerdos de sus hijas. Quisiera decirles que he aprendido a extrañar con ellas, que desde hace tiempo me siento incompleta, que me han hecho entender lo que es amar en la profundidad de la memoria. Y que ya no pienso en la palabra “muerte” porque supe que el extrañar, cuando se ama, es mucho más eterno que morir.
Como menciona la artista, para los familiares el dolor de extrañar a la persona ausente es más eterno que la propia muerte. Es a partir del tiempo, la ausencia, la memoria y el espacio, que Martell nos ofrece esta perspectiva de reflexión y dolor que envuelve la consciencia mexicana de los últimos años. En esos resquicios es donde se encuentra la identidad de quienes nos faltan.
La muerte que nos espera
Desde la eterna fiesta de los descarnados, pasando por pasajes de ensueño y pesadillas, hasta llegar a la cruda realidad de la ausencia, la muerte en el arte mexicano es un ir y venir de reflexiones que toman su forma en las tantas y tan diversas miradas del arte.
El tema, por su universalidad, seguirá cambiando ante la realidad mexicana. Sin embargo, el arte estará ahí para abordarlo y darnos la perspectiva de que la muerte no siempre es una eterna fiesta si el dolor y la crueldad la acompañan. Eso es lo que nunca deberemos olvidar.
Lector y peatón. «Yo soy aquel». Dicen que soy el chico al que los golondrinos le laceran las axilas.
A veces escribo sobre lo que me gusta, otras entreno Pokémon.