La primera vez que vi un fantasma: las voces de la pesadumbre
No hay fuego ni frío que pueda desafiar a lo que un hombre guarda entre los fantasmas de su corazón.
Scott Fitzgerald, El gran Gatsby.
En la ausencia surge un grito desgarrado, audible sólo para quienes han sobrevivido a las transgresiones de la violencia y la pérdida; esta voz escapa entre las páginas de La primera vez que vi un fantasma (Candaya, 2018), escrito por la catedrática y narradora ecuatoriana Solange Rodríguez Pappe.
Con los libros de cuentos Tinta sangre (2000), Dracofilia (2005), El lugar de las apariciones (2007), Balas perdidas (Premio Joaquín Gallegos Lara 2010), La bondad de los extraños (2014) y Levitaciones (2017), Solange Rodríguez se ha convertido en una de las autoras de ficción más representativas de su país. La primera vez que vi un fantasma consolida su trayectoria prolífica.
Los cuentos de esta obra entraman una atmósfera aislada y deshumanizada, similar al presente adverso que atravesamos. Con “Un hombre en mi cama”, el lector conoce el mundo sofocante de Noa, quien vive en un eterno encierro debido al calor sofocante.
Fanática de observar a hombres maduros dormir, la mujer desarrolla un trastorno del sueño que combate sin éxito con medicamentos. Bajo el efecto de sus somníferos, arruina la boda simbólica de su hermana con un árbol. Ante las consecuencias de sus actos, la cuestión respecto a Noa ya no es cuándo podrá dormir, sino cuándo despertará.
Solange Rodríguez invoca con su narrativa los anhelos de sus personajes, quienes se perciben rotos ante una realidad cruel en la cual, de forma constante, recuerdan lo que han perdido. En “Paladar”, la protagonista reconoce que su relación se sostiene debido a los gustos culinarios que comparten. En búsqueda de platillos excéntricos, la pareja viaja a Lima para tomar licuados de gusano y comer ranas.
Es en esa ciudad donde la mujer decide conocer la vida nocturna junto a un fotógrafo. Huye del pesar que la persigue desde que se recuperó de una mastectomía. La protagonista teme perder algo más de sí misma y como si su acompañante hubiese escuchado sus pensamientos, desaparece. Al día siguiente, la mujer continúa con el recorrido culinario hasta el restaurante donde besó a su guía; aunque ella trata de olvidarlo, el platillo que degusta trae al hombre de vuelta a su paladar.
La mayoría de los personajes en esta obra son femeninos, sus historias se convierten en denuncias contra la violencia de género, presente en los países de Latinoamérica. El cuento “Matadora” retoma el horror y revictimización del feminicidio. Una madre encuentra en su hija y la gata que la niña adoptó, el valor para cuestionar el orden machista sobre ellas.
La autora concluye este relato a partir de la pregunta que muchas voces han gritado: ¿cuándo terminará el terror de ser mujer en América Latina? La Matadora piensa en soluciones cada vez que sintoniza las noticias y sale por las noches a acechar a los victimarios.
A través de la ficción, Solange Rodríguez no sólo condensa las voces de los fantasmas en la memoria de sus protagonistas, también desarrolla microcuentos y giros metaficticios que sumergen al lector en un escenario siniestro, hasta cercano en el peor de los casos donde la delincuencia toma el control de la vida cotidiana.
“El Atanudos” demuestra el poder que un relato tiene para envolver a quien lo escucha. Una chica misteriosa habla en una fiesta sobre el espíritu invisible que enreda extremidades, entrañas y el flujo de la vida. La única forma de librarse de este ente es heredarlo a alguien más con un complejo ritual, o narrar la historia de una persona.
Si bien cuentos como “El Atanudos” comienza una cartografía de lo insólito, en el libro predomina la desolación. Las emociones que la autora suscita rondan el límite de lo humano, por lo que “La primera vez que vi un fantasma” es un final propicio a una serie de vestigios dolientes.
El cuento que también titula al libro se centra en una mujer madura quien, convencida por su amante joven, finge su propio secuestro. Como ella lo sospechaba, pronto se convierte en la estafada por el abandono de su pareja. Entre los espíritus que habitan el hotel donde la pareja se escondió, la mujer se sume en una tristeza profunda y entiende que son esas circunstancias las que llenan con fantasmas el corazón de una persona.
El terror que la autora plantea proviene desde los resquicios oscuros del ser humano, es vívido para el lector porque entiende un principio con el que el libro avanza: “Los monstruos, cuando nos encontramos, jamás volvemos a estar solos”. De ahí el carácter polifónico de la obra, pues sus fantasmas están condenados a gritar la pesadumbre con la que se aferran a nuestro mundo.
Autor: Diego Durán
Título: La primera vez que vi un fantasma.
Autora: Solange Rodríguez Pappe.
Año y lugar: 2018, Madrid.
Género: Narrativa.