María y Mujer alada – Guadalupe Pastrana (México)
—Yo era una niña muy sensible —dijo María.
—Y hoy eres una mujer muy sensible —aseguró Ernesto, quien estaba de espaldas a ella sirviendo cerveza en un par de vasos.
María se quedó en silencio. Regresó a su pueblo, a los tiempos en los que su hermano y ella se subían a los árboles de mora y de chabacano y desde ahí veían cómo sus primas atravesaban corriendo milpas y nopaleras para llegar a la escuela.
—Éste es tu vaso —dijo Ernesto mientras extendía un brazo hacia María.
Ella, que miraba por la ventana, volteó hacia él y tuvo la certeza de que vivir era bueno aunque ese instante fuera también a terminarse. Movió su mano en dirección al vaso, y al agarrarlo sus dedos rozaron los dedos de Ernesto.
—Tu mano está fría —reprochó él─, y en ese momento dejó de soñarla.
Ernesto se despertó sobre su cama, turbado y tibio, los ojos enceguecidos de luz. Se levantó. Quiso espiar el cielo, los colores brillando bajo el aire, pero afuera no había campos, como en la infancia de la mujer que acababa de soñar, sino sólo gigantes de concreto que no le permitieron mirar el azul del día.
Mujer alada
Por las noches soy una mujer alada.
Los pies fríos, descalzos.
Los brazos, finos abanicos de carne y hueso
que a la altura de los hombros se tiñen
de la suavidad y el verde de mi plumaje de quetzal.
Los senos desnudos, pequeños, impuros.
El sexo tibio y oloroso.
Vuelo sobre mi casa, sobre los campos,
sobre las ancestrales montañas
que habitan este bosque milenario.
Configuro nuevos mapas:
desde arriba el pueblo campesino
de mi vida terrestre y diurna
es más florido y misterioso.
Soy una mujer alada.
Flexiono los hombros, los giro,
en la espalda tengo un par de nuevas y delgadas
vértebras que sostienen mis alas de pájara inexperta.
Esta noche voy a volar hacia otras ciudades.
No es suficiente rondar los caminos de mi cotidianidad bípeda.
Mi corazón de mujer alada, de pájara humana,
desea el sur y su exuberante latido de selva.
Voy a volar hacia la costa
y sobre el oscuro mar de la madrugada seré luciérnaga.
Me prenderé de una ola y danzaré con ella.
La luna, nuestra única vigía,
agitará los mares y las caracolas de mi cuerpo.
La brisa y la espuma anidarán en mi cabello,
salarán mi rostro, mi entrepierna.
Cerca del amanecer,
poco antes de que el primer rayo de luz
se pose sobre la delgada piel de la noche,
recitaré el conjuro heredado por
las antiguas mujeres que ensoñaron este vuelo.
Mi canto se encontrará con el suyo, será uno.
Mi vuelo se fundirá con el suyo y será todos los vuelos,
los de mis ancestras, los de mis hermanas.
Por un momento tendré todos los rostros y seré todas las mujeres,
hasta las que nunca he sido.
Por un instante seré todos los colores, todos los tejidos.
Cuando el sol me encuentre sobre la cama,
los pies tibios, descalzos,
habré contemplado ya
el vuelo sagrado de mis abuelas nahuas,
las que en la noche fueron coyote y venado,
las que trenzaron su cabello con hilos de fibra de maguey,
las que perfumaron su pecho con flores,
las que en la negrura de sus vuelos juveniles,
cuando yo no tenía nombre
y mi esencia palpitaba libre en una lejana estrella moribunda,
me soñaron llovizna, nube, árbol y rayo;
las que me regalaron este sentir de pájaro,
este vuelo nocturno y exquisito;
las que me miran desde dentro y son mi espejo;
las que se siguen soñando a través de mi sueño;
las que siguen volando a través de mi vuelo.
El día extenderá su abrazo,
despertará a la otra que soy, a la de carne y huesos,
mas mi caminar no será el caminar de quien escribe,
piensa y habla sólo con la carne y la memoria,
en mi aliento de mujer terrestre permanecerá la que vuela,
la que no sabe de tiempos, de futuro.
A consciencia la otra y yo nos sabremos una,
las dos caras de la mujer que soy:
la mujer esencia y la mujer materia.
Sobre Guadalupe Pastrana
Soy licenciada en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), y pasante de la maestría en Estudios Latinoamericanos por la misma Universidad. Actualmente trabajo como productora y guionista de la serie radiofónica “Voces y cantos de la tierra viva”, que se transmite todos los viernes por Radio Educación.