Parasite y la poética del espacio: un lugar para soñar

Pensar en los espacios que nos rodean puede ser una invitación para realizar un examen de nosotros mismos. Pensemos, por ejemplo, en los lugares que recorremos durante el día: el hogar, la calle, el vagón del metro, el camión, la oficina o la escuela. Cada uno de ellos cuenta con sus propios elementos para recibirnos, así como nosotros disponemos de ellos a partir de sus funciones comunes. Por ello, podría decirse que la escuela o el camión no son lugares ideales para soñar, aunque, debemos reconocer, hay unos cuantos prodigiosos que lo logran. Esto, no cabe duda, nos condiciona y nos hace crear hábitos e imágenes personales.

Sin embargo, existe un espacio al que los filósofos (y sobre todo los soñadores) le han dado un lugar privilegiado en sus investigaciones. La casa es el espacio primigenio de las personas. Es, según Gaston Bachelard [1]“nuestro primer rincón del mundo”, “nuestro primer universo”.[2]

En su ensayo La poética del espacio (1958), el pensador francés enumera una serie de elementos que colocan a la casa como el espacio ideal para el encuentro de los recuerdos y los sueños, esto debido a las imágenes que evoca la imaginación de quien la habita y la protección que brinda la propia casa.

Si pensamos en la expresión “sentirse como en casa”, inmediatamente evocamos imágenes que tienen que ver, quizá, no con la casa que cada quien posee, sino con aquella que representa nuestra intimidad, nuestro verdadero ser, nuestra verdadera apariencia en reposo y tranquilidad total.

Así, el habitante “vive la casa en su realidad y en su virtualidad, con el pensamiento y los sueños”,[3] es decir, a partir de las imágenes de protección y bienestar (entre otras), el habitante puede configurar sus pensamientos para ir a un más allá, a una proyección tal para convertirse en un soñador.

Para representar esto, Bachelard usa ejemplos tomados de poemas y novelas en los que se describen los espacios que han sido habitados, como la casa soñada, la casa de la infancia o, incluso, los hogares que se asemejan al nido, la concha, la choza, la cabaña o al sótano, por sus características.

Hoy en día, escoger un ejemplo entre tantas y tantas obras de diversas expresiones como el cine, las series o la pintura puede parecer una tarea titánica. No obstante, parecería adecuado utilizar una obra que se encuentre dentro de nuestro contexto. Por ello, en este texto trataré algunos de los puntos expuestos en la obra de Bachelard dentro de Parasite (2019).

La sala y el rincón del sueño

Si algo nos enseñó la película del director surcoreano Bong Joon-ho fue que cada una de las condiciones sociales juegan un papel importante para nuestro desarrollo. En este caso, ¿qué puede decir la casa de los personajes sobre ellos mismos?

Para empezar, parece importante señalar la relación principio-fin de Parasite. Al comienzo podemos ver a Ki-woo, el hijo de la familia Kim, en la sala de su casa, un semisótano en un barrio pobre de Corea del Sur. Desde este inicio, Ki-woo deambula por su casa buscando una señal de WiFi, lo que resulta ser el primer indicio para conocer la condición de los personajes. A partir de ahí y gracias al corto recorrido de Ki (porque no tiene adónde más moverse) nos damos cuenta que su espacio inicial es, además de pequeño, desordenado y con un exceso de objetos.

Si atendemos lo que Bachelard menciona sobre la casa humilde, veremos que el espacio y la actitud del protagonista son una antítesis a lo que postula:

“Vista íntimamente, la vivienda más humilde ¿no es la más bella? Los escritores de la habitación humilde evocan a menudo ese elemento de la poética del espacio. […] Como tienen poco que describir en la humilde vivienda, no permanecen mucho en ella”.[4]

No podemos calificar la casa de Parasite como bella, pero sí atender al final de la cita: “no permanecen mucho en ella”, que es precisamente lo que pasa en el planteamiento de la obra. Después de la presentación de la familia, Min-hyuk, un amigo del joven Ki-woo, le ofrece un trabajo como maestro particular de inglés para una familia acaudalada, además de una piedra de erudito que, según dice, traerá riqueza a la familia.

Es entonces cuando la historia presenta su primer conflicto y Ki-woo conoce la casa de sus sueños y de inmediato plantea un plan para que su familia pueda (sobre)vivir a expensas de la familia Park, sus patrones. Al hablar del plan, podemos decir que Ki-woo nos muestra su primer ensueño: construir una vida falsa con su familia, lo que lo convierte en un creador de ficciones, en un poeta que revela poco a poco su condición humana.

En este punto de Parasite, el lugar ideal donde congenian el mayor tiempo los cuatro personajes principales juntos es la sala de ambas casas. Sólo con recordar un par de secuencias nos daremos cuenta que este espacio es el ideal para que Ki-woo comience a soñar. Es, como dice Bachelard, un refugio para comenzar a montar la propia ficción del sueño a partir de la misma seguridad de la casa:

“Evocando los recuerdos de la casa, sumamos valores de sueño; no somos nunca verdaderos historiadores, somos siempre un poco poetas y nuestra emoción tal vez sólo traduzca la poesía perdida.”[5]

Por ello, este personaje es el encargado de “planear” la ficción. Más bien, después de este planteamiento, podemos decir que “sueña” su historia, sólo gracias a la imagen que genera su casa natal frente a la casa soñada.

Esta dinámica del personaje se presenta en el paralelismo de las secuencias en las salas de ambas casas. Primero, en la casa natal, vemos a una familia brindando por el WiFi y, posteriormente, preparando su historia. Después, en la casa Park, la misma familia sueña cómo será la vida cuando Ki-woo se case con Da-hye (hija del actual dueño de la casa). En ambas situaciones, más que cambiar su condición, los personajes piensan poseer la misma casa soñada, es decir, ellos comparten la misma imagen de ensueño porque su intimidad es compartida, debido a que su espacio natal no les otorga una individual porque no hay ningún espacio exclusivo en su pequeña casa. Es, podríamos decir, un sueño colectivo.

Dicho lo anterior y para resaltar el papel de la sala como espacio de ensoñación en Parasite, basta analizar la secuencia final de la película. Después de que el padre, Song Kang-ho, asesina al señor Park, decide esconderse en el cuarto escondido de la lujosa casa. Aquí el espectador se entera que este personaje manda un mensaje todas las noches a su hijo en código morse en el que le cuenta la verdad de su condición como refugiado (parásito) de la casa soñada.

Sin embargo, el planteamiento de duda en Parasite no tarda en aparecer, ya que la escena final pasa a ser un ensueño de Ki-woo. De la misma manera en que comienza la película, por medio de un movimiento de cámara, encontramos al joven protagonista en el suelo de su sala natal donde termina de relatar su sueño a la misma imagen que construye de su padre sobreviviendo: dice que, dentro de unos años, él comprará la casa soñada para que puedan vivir juntos y lo único que tendrá que hacer será “subir y encontrarlos en el jardín”.

De esta manera, podemos retomar otro pasaje de Bachelard sobre la imposibilidad de las ensoñaciones representada en la casa:

“Frente a la casa natal trabaja la imagen de la casa soñada. Ya tarde en la vida, con un valor invencible, se dice: lo que no se ha hecho, se hará. Se construirá la casa. Esta casa puede ser un simple sueño de propietario, la concentración de todo lo que se ha estimado cómodo, confortable, sano, sólido, incluso codiciable para los demás. […] Tal vez sea bueno que conservemos algunos sueños sobre una casa que habitaremos más tarde, siempre más tarde, tan tarde que no tendremos tiempo de realizarlo.”[6]

Entonces, nos damos cuenta que Ki-woo sólo pudo llegar a ese nivel de ensoñación al conocer ambos espacios fundamentales para él: la importancia de la imagen de la casa natal y la seguridad y ensoñación de la casa soñada. Es por ello que, hacia al final de la historia, él encuentra en la sala el lugar ideal para proteger su sueño personal. De igual forma, podemos interpretar que la “riqueza” que les fue prometida era la capacidad de ser conscientes de sus ensoñaciones.

El refugio y la preparación de resurrección

Para finalizar, retomaremos esta última interpretación para enfocarnos en otra imagen de Parasite que resulta trascendente para el final: la función del sótano donde termina refugiado Song Kang-ho. Este espacio termina siendo un refugio en el que el personaje se esconde para no ir a la cárcel. No es algo que puede decidir a partir de una meditación o de comparar opciones, sino que es la única alternativa a su alcance.

Este alejamiento se transforma en la imagen de sueño de su hijo, por lo que el refugio ya no es sólo un espacio temporal de albergue, sino que se transforma en el único lugar posible para la intimidad del padre, en un nuevo cosmos obligado; pero también es el albergue donde se prepara la resurrección.

Si atendemos a la secuencia en la que Song Kang-ho sube del sótano, veremos una similitud con la imagen bíblica de la resurrección de Jesús, incluso puede notarse en la vestimenta del personaje (aunque éste vaya de negro). Sin embargo, esta imagen es posible gracias a que el personaje ha aprendido a dominarse a partir del espacio. El sótano se vuelve este refugio en el que el personaje se retira del mundo para ser “algo más”, pues “De refugio se convierte en fortaleza”.7

Así es como Bachelard enuncia que el refugio se vuelve un signo de valor para que el solitario venza al miedo y comience a “educarse”. Bajo la imagen de una especie de purgatorio, Song Kang-ho descubre cómo vivir en austeridad en este sótano, incluso más intensamente que al inicio de la historia de Parasite.

Este hombre, apoya Bachelard, “debe estar solo, solo en un cosmos que no es el de su infancia. […] La casa aislada viene a darle imágenes fuertes, es decir, consejos de resistencia.” Tiene razón al mencionar que una casa así requiere “un heroísmo cósmico”, pero es justificado cuando se piensa que en el sueño la recompensa terminará siendo su propia libertad. Mientras tanto, este personaje puede existir diciendo “seré un habitante del mundo, a pesar del mundo”,como supongo todos hemos pensado en algún punto de nuestro refugio.

Parasite es una película que destaca por los detalles que decide no nombrar para que el espectador decida (o no) llenar esos espacios con sus propias experiencias y perspectivas. Pero más importante aún es que sirve como prueba para hacer un análisis de los espacios que habitamos y que, de alguna u otra manera, permanecen en lo más profundo de nosotros: en el resquicio apenas habitable que escogemos para nuestros sueños.

Parasite (2019)
Director: Bong Joon-ho
Productor: Bong Joon-ho
Guión: Bong Joon-ho
Casa productora: Barunson E&A
Corea del Sur
132 minutos

[1] Filósofo, poeta y crítico literario francés (1884 – 1982). Basó su obra en el estudio de la filosofía de la ciencia moderna, el psicoanálisis y la influencia de la imaginación en la producción poética y literaria.

[2] Bachelard, Gaston. La poética del espacio. Fondo de Cultura Económica. México. 1986. Pág. 34.

[3] Ibíd. Pág. 35.

[4] Ibídem.

[5] Ibíd. Pág. 36.

[6] Ibíd. Pág. 93.

Ibíd. Pág. 78

Ibíd. Pág. 79

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