Recoge tu memoria, espigadora: la cinescritura de Agnès Varda
Los documentales de la directora francesa Agnès Varda (1928-2019) son parte fundamental de su filmografía: una pieza más que conforma su casa. Nunca se desligaron de las preocupaciones que trató en sus largometrajes (el descubrimiento del yo y el enfrentamiento a lo perecedero en Cleo de 5 a 7, la libertad incondicional en Sin techo ni ley, o las relaciones familiares deconstruidas en La felicidad) que, por cierto, no abandonaron el semblante de lo real, como lo hizo en su ópera prima La Pointe-Courte al filmar a los verdaderos habitantes de un pueblo pesquero francés y, a la par, construir la historia de un matrimonio desgastado. Así pues, ficción y realidad se entretejen en el lente de la cineasta.
Para el noticiero EFE (2017) expresó:
“Me veo como una directora de ficción, pero de vez en cuando siento la necesidad de volver al origen, y el origen de la compresión para un cineasta es el documental”.
Con este formato es que trabaja con el otro, pero el afecto e inteligencia de Varda hacen que este otro se convierta en un ser reconocible: son sus vecinos de la Rue Daguerre, el panadero, el carnicero, el relojero, el peluquero, el mago ocasional; son los espigadores, recolectores o pepenadores, como los llamamos en México. O por otro lado, este otro se vuelve aún más cercano: es ella misma en Las playas de Agnès, la Varda directora, la Varda personaje y la Varda más humana.
El documental se convierte en el espacio idóneo para la cinescritura—a modo de autobiografía en este caso— el reconocimiento de Varda con los recursos audiovisuales, desde la voz en off, la inserción de fotografías en el montaje hasta los encuadres de su rostro desenvuelto y sonriente, su figura pequeña como portentosa, y las manos arrugadas, objeto de sus interrogantes sobre el transcurso del tiempo, la autoaceptación de la vejez y la creación fílmica.
Pero es sobre todo con Las playas de Agnès que recorre gran parte de su vida. La infancia (Schubert, el mar belga, y la guerra), la búsqueda de su vocación, las amistades (Jean Vilar, Godard, Resnais), la producción de sus películas, el amor (en Jacques Demy), los viajes al extranjero y las inquietudes vitales, gestándose así una autorreferencialidad estética, es decir, su memoria en el centro configurador de la obra de arte para el conocimiento ya no de un otro, sino de sí mismo. El documental inicia con sus palabras:
“Represento el papel de una ancianita, gordita y habladora, que cuenta su vida (…) Ahora, para hablar de mí, pensaba: si se abriera a la gente, se encontrarían paisajes. Si se me abriera a mí, se encontrarían playas”.
El puente dialógico de Daguerréotypes y Los espigadores y la espigadora se establece por la calidez de Agnès Varda para representar a las personas que le fascinaban, no por una apariencia solemne o un trabajo pomposo. Los actos cotidianos, significativos en su sencillez, es lo que le atrae. El día a día que conforma toda una vida de gestos y habilidades: preparar un perfume de agua de rosa o recolectar una patata en forma de corazón; vender baguettes o recuperar desechos para crear obras artísticas.
En Daguerréotypes, por ejemplo, intercala en un match cut una sesión nocturna de magia con las actividades laborales de sus vecinos. Una toma muestra a un mago transformando la ceniza, aún con virutas de lumbre, en billetes; en la siguiente, al panadero metiendo la masa al horno para luego hacer aparecer el pan. Lo que puede sugerir que estas aparentes nimiedades son en sí trucos mágicos, abracadabras mundanas con la capacidad de crear desde sus instrumentos y oficios.
Retrata a los creadores que cosechan, como la cineasta dice en Los espigadores y la espigadora:
“A espigar imágenes, impresiones, emociones. Aquí no hay legislación, y en sentido figurado, espigar es una actividad mental. Espigar hechos, actos, hazañas, espigar informaciones. Y como no tengo mucha memoria, lo que espigo resume mis viajes”.
A su vez, en el trayecto de Varda por los campos de agricultura, viñedos o las calles parisinas, capta con su tercer ojo, la cámara, a los espigadores: quienes rescatan los alimentos rechazados para la venta en cadenas comerciales, tal y como una papa demasiado grande; los desperdicios, como una televisión que puede ser reparada, comida aún servible de los contenedores de basura, muebles rotos o, incluso, cosas en potencia de arte, el ready-made vigente de Duchamp.
La postura crítica se enuncia con las voces de “los desfavorecidos” por el sistema legislativo francés, y esto lo entrecomillo, porque así como lo realizó en Sin techo ni ley donde la protagonista, Mona, decide llevar una existencia errante, la mayoría de los espigadores eligieron esa vida. Algunos trabajan, pero por un compromiso ético ante el desborde consumista, optan por darle uso a lo que se etiquetó de inservible; así igual para el inmigrante ruso Bodan Litnianski que crea torres de objetos encontrados, de preferencia muñecas, o lo que hace el artista contemporáneo Louis Pons al pintar con despojos. No obstante, Agnès Varda no polariza, y también señala que la precariedad salarial o ciertas condiciones estratificantes, como la de una madre soltera, provoca que se tenga que recurrir a este tipo de prácticas, pero sin que implique en degradación o el arrebato de la dignidad.
En síntesis, la dirección fílmica en Varda es cinescritura, como lo ha dicho ya en entrevistas o en otros documentales (en Varda por Agnès). Ella elige el tono, el estilo, los componentes audiovisuales, el tema, y por supuesto, quienes participan en estos documentos íntimos que sirven tanto para conocer al otro que le intriga, y claro está, explorar las latencias del ‘yo’. El arte, una vez más, es plural y co-creado.
Autora: Dayana Campillo
Referencias:
-Los tres documentales mencionados se encuentran en MUBI.
Daguerréotypes (1975, Dir.ª Agnès Varda)
Los espigadores y la espigadora (2000, Dir.ª Agnès Varda)
Las playas de Agnès (2008, Dir.ª Agnès Varda)
-Redacción EFE. (24 de septiembre de 2017). Agnès Varda: “Soy la dinosaurio de la Nouvelle Vague”. Agencia EFE. Recuperado de:
https://www.efe.com/efe/espana/cultura/agnes-varda-soy-la-dinosaurio-de-nouvelle-vague/10005-3388541