Samuel Beckett: el irlandés disidente

Escribir una nota de Samuel Beckett puede ser relativamente sencillo o relativamente difícil. Todo depende. ¿Cómo empezar cuando sabemos que se trata de una de las figuras literarias más importantes del siglo XX? Y es que Beckett fue un hombre fuera de lo común, enigmático, melancólico, asocial, que revolucionó la literatura, el teatro, el lenguaje y hasta la filosofía. El ganador del Premio Nobel de Literatura en 1969 y del premio español Formentor, compartido con Jorge Luis Borges en 1961, es considerado por Harold Bloom como uno de los últimos grandes escritores de esta época.

Yo es nadie

Samuel Beckett nació un viernes santo, fechado el 13 de abril de 1906 en Foxrock, County Dublín, Irlanda. Esta coincidencia con el sufrimiento de Dios en nombre de la redención humana representaba para el escritor la predestinación del sufrimiento humano. Sin embargo, se han encontrado registros de que nació en realidad un mes después.

Estudió lenguas romances en el Trinity College en Dublin, donde se introduce activamente en el mundo literario y en el teatral, del cual sale fascinado por las innovaciones propuestas por Pirandello.  En una de las tertulias y reuniones intelectuales a las que asistió, conoció a James Joyce, una de sus más profundas influencias. Respecto a esta relación no se tiene mucha claridad, pues se ha dicho que Beckett fue algo así como su secretario particular e, incluso, que su relación fue de una estrecha amistad.

Sin embargo, esto no podría estar más lejos de la realidad. Lo que se sabe es que Beckett salió durante un tiempo con la hija de Joyce, Lucía, quien se enamoró perdidamente de él. Sin embargo, Samuel no podría corresponderle y así le confesó que el motivo de ir a su casa era para ver a su padre. Esto provocó desesperación en la joven, lo que cesó la relación con los Joyce durante un año. A pesar de ello, Joyce expresó en varias ocasiones que Samuel Beckett tenía talento como escritor.

Tiempo después, Samuel se mudó a Francia, país neutral durante la Segunda Guerra Mundial, donde se unió a la resistencia en 1941. Tras enterarse que la Gestapo arrestó a varios de sus miembros, decidió esconderse y huir a una zona que no estuviera ocupada. Después de la liberación del país, se mantuvo trabajando en la agricultura. 

El innombrable

Al término de la guerra, Beckett se entregó a la escritura de su trilogía de novelas: Molloy, Malone muere, ambas publicadas en 1951, y El innombrable, publicado en 1952, las cuales consideró como su mayor logro. Con las dos primeras, el escritor irlandés continuaría con el impulso de la llamada “antinovela”, donde se manifiesta en contra de la forma canónica de la misma, atacando el argumento, la personificación, estilo, estructura y el análisis del pensamiento y de los sentimientos. Escribió tanto en inglés como en francés, indistintamente. Después de 1945, Beckett utilizó el francés para escribir y tradujo sus obras al inglés.

Sus novelas son de extensión corta, con lo que pretende demostrar la insuficiencia del lenguaje para expresar la condición humana. Su obra se centra en negar la vida y, con humor negro, encontrar gracia en dicha negación.

También en 1952, publicaría la que sería considerada su obra cumbre y que le valdría la atención de la crítica: Esperando a Godot. Tras varios rechazos de muchos directores teatrales para presentarla, la obra fue estrenada finalmente al año siguiente, por Rogen Blin, con un rotundo éxito. En dicha obra, nuevamente se explora la miseria de la condición humana. Vemos en escena a dos personajes que se encuentran esperando la llegada de un tercero que jamás se presenta y del que, en realidad, no saben nada o lo desconocen todo.

Con esta obra, Samuel Beckett fue considerado como uno de los pioneros del llamado “Teatro del absurdo”, el cual se caracteriza por ser transgresor de los cánones teatrales. En él, se pretende abandonar toda construcción dramática, esto es, la secuencia de acciones que causan un conflicto o representan un obstáculo para los personajes; hay un rechazo por un lenguaje lógico, lo que causa malentendidos entre ellos. Los diálogos evasivos crean un efecto cómico con lo que se demuestra el límite del lenguaje. Asimismo, se presenta una realidad grotesca y se rompe con la creencia de que el mundo tiene sentido; tanto acciones como palabras pueden ser contradictorias.

Así es como Beckett se vale de esta ruptura con el lenguaje para exponer en sus obras la miseria de la condición humana y se centra en la angustia de la existencia, pero dotado de cierto humor corrosivo.

Días Felices

La construcción lingüística de la obra de Beckett rompe con toda lógica. Esta separación del sentido hace evidente los límites de la comunicación humana, como ya se mencionó anteriormente. Indudablemente, llama la atención el bilingüismo de su obra. El hecho de que escribiera sus obras en una lengua para traducirlas a la otra nos deja muy claros esos límites.

Otro recurso que Beckett gustaba utilizar eran los juegos de palabras, los lapsus y los tropiezos que generan una falla en la lógica y, por tanto, malentendidos entre los personajes, quienes se ven divididos por lo que dicen y saben, pero que ignoran.

En las obras de Samuel Beckett existe esta necesidad de dejar incompleto lo incompleto, de no armar rompecabezas y dejar sueltos los fragmentos. Este estado de carencia de expresión, de las limitaciones del lenguaje es lo que él llama unword, o, en español, despalabra. Implica deshacer lo construido, pero no aspira al vacío de significado, sino en las restricciones de la lengua.

Y es que esta restricción en el lenguaje puede resultar como un recurso para hacer un símil de la condición humana, la carencia de sentido de la existencia humana. Algunas de las preguntas que intentó resolver fueron ¿quiénes somos? ¿Cuál es nuestra verdadera naturaleza? ¿Qué quiere decir un ser humano cuando dice “yo”?

Sin embargo, contrario a lo que pueda pensarse, Beckett era un escritor cómico, pues existe un reconocimiento de la trivialidad y falta de sentido en los esfuerzos humanos, lo que libera al espectador de sus preocupaciones y de sus objetivos fútiles. Es decir, la risa es un efecto catártico para el espectador, principio del teatro en sí mismo.

Por ello, no es de extrañar que sus obras continúen vigentes y que siga siendo un escritor y dramaturgo reconocido. Su influencia continúa a tal escala que el mismo Beckett se ha convertido en un personaje de teatro. En la obra de Alejandro Ricaño, Riñón de Cerdo para el desconsuelo, los personajes principales se ven involucrados en el robo de la obra Godot y vemos algunas referencias a la vida del dramaturgo, claro, dotada de humor negro.

Sin duda, Samuel Beckett irrumpió en la literatura, en el teatro y en el lenguaje transformándolos totalmente, de modo que su esencia no volvió a ser la misma desde entonces.

 

Autora: Bárbara Olguín

Referencias:

Ruiza, M., Fernández, T. y Tamaro, E. (2004). Biografia de Samuel Beckett. En Biografías y Vidas. La enciclopedia biográfica en línea. Barcelona (España).

García Nieto, Rebeca. (2011). Samuel Beckett, o el agonizar de las palabras. En Frenia , Vol. XI.

Esslin, Martin J. Samuel Beckett. Enciclopedia británica. (2019)

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